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ILDEFONSO MURILLO mis libros pon e r el mundo en buen estado” ( D 1111). El Arte luliana, que no puede encuadrarse en los esquemas ordinarios de la lógica medieval o aristotélica, nace de ese propósito y lo va perfeccionando a lo largo de más de treinta años3. Constituyen su Arte tres elementos básicos: los conceptos tron­ co, los signos y recursos gráficos que sirven para expresarlos, y la combinatoria. La pieza fundamental es el sistema de los conceptos tronco o principios absolutos y relativos. En su Arte , Lulio despliega un programa demostrativo basado en los atributos divinos, a los que llama “ dignitates de?, y que constituyen los primeros principios de todo conocimiento sobre Dios y el mundo creado. Todo lo que es bueno, verdadero, grande, etc., en la naturaleza y en el hombre de­ pende de los atributos divinos. La comprensión de Dios, tanto para los cristianos, como para los no cristianos, judíos, musulmanes y gentiles, se da a partir de dichos atributos y de la manera como se relacionan en Dios y en el mundo creado (en la naturaleza y en el hombre). En el Libro del Gentil y los tres sabios , y en otros muchos escritos, los presenta como razones necesarias , cuyas relaciones constituyen un conjunto de principios básicos para el conocimiento de Dios y de la naturaleza. El sentido universal de estos posibilitaría un diálogo entre cristianos, musulma­ nes, judíos y gentiles. Por lo que nadie puede extrañarse de que, en el programa de estudios del monasterio de Miramar, destinado a la for­ mación de frailes menores para la evangelización de los musulmanes, su Arte ocupe un lugar preeminente junto al aprendizaje del árabe. Conviene no olvidar algo sumamente importante. Los atributos absolutos son convertibles en Dios. Esa relación mutua forma parte 3 En el Ars Magna primitiva encontramos tres artes solidarias entre sí: el arte de conversión de los infieles, un arte de salvación y un arte de descubrir la verdad compendiosamente, al servicio de las otras dos. Las tres artes se corresponden con las tres personas que conviven en Lulio y que constituyen los motivos esenciales de su pensamiento: el polemista , comprometido en las grandes controversias apologé­ ticas; el místico, trovador de Cristo, al estilo franciscano; y el filósofo estricto, que intenta fundar la ciencia universal. En el fondo brilla siempre su deseo de conocer y alabar a Dios en sí mismo y en su creación, especialmente en el hombre. 150 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 135-175, ISSN: 0470-3790

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