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ILDEFONSO MURILLO para que Dios sea conocido, recordado y amado [...]. Todo el mundo ha sido creado para Jesucristo y ordenado hacia él i ..]. Dios ha creado todas las sustancias corporales para el hombre, y al hombre para sí mismo [...]. En la creación del mundo , cada una de las divinas razones imprimió su sello ” C PR 114-115). Por el hombre y las demás criaturas se nos brin da una escala de ascenso de nuestro entendimiento a Dios. El conocimiento del Dios trino y de sus atributos, a su vez, nos permite descender a un mejor conocimiento del hombre. En definitiva, no puede hablarse de Dios, en sentido positivo, sin la creación, ni de la creación sin Dios. III. DIOS Y EL HOMBRE EN EL ARTE LULIANO Los fundamentos últimos de su concepción del hombre y de Dios están en su Arte. Echa mano de la lógica aristotélica y emplea, a la vez, letras y símbolos como hace el pensamiento islámico desde sus orígenes. Pero mientras la lógica de Aristóteles permite separar la forma del pensamiento de su contenido o materia, Lulio rechaza tal separación. Su Arte , por esto, se parece a lo que Fichte llamará el “sistema de la ciencia”, un conjunto orgánico de estructuras concep tuales en las que no existe separación entre forma y contenido. La ciencia adquirida coincide con el despliegue total de ese Arte , cuyo campo abarca los principios de la lógica y de la metafísica e, incluso, de la teología. El despliegue de lo real coincidiría con el despliegue del pensamiento. Confiado en sus posibilidades como método universal de co nocimiento, sostiene que su Arte está llamado a ser el punto de en cuentro de todas las creencias en la única verdad de la fe cristiana. Va dirigido al entendimiento de cualquier persona capacitada para razonar. Por eso no recurre a las autoridades, ni siquiera a la Biblia, para apoyar su pensamiento. Su Arte se erige en una autoridad al ternativa , idónea para el diálogo interconfesional. Parte de unas pre misas comunes aceptables para cualquier sabio judío, musulmán o cristiano y avanza a través del uso de razones necesarias (cf. Mayer). 148 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 135-175, ISSN: 0470-3790
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