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ILDEFONSO MURILLO el acceso a la verdad. Los caminos sólo poseen una impor­ tancia relativa. Defiende la colaboración de la fe y la razón en el camino hacia la verdad sobre Dios y sobre el hombre. El anselmiano “Creo para entender” ensancha extraordina­ riamente el dominio de la filosofía. Rechaza la teoría de la doble verdad por ser una perversión de la razón. No se pue­ de creer una cosa y aceptar filosóficamente otra (cf. PER 500-502). Lulio establece una íntima relación entre la filosofía verdadera y la teología verdadera: “La verdadera filosofía es el signo po r el que se significa la verdadera teología respecto al modo de entender -Vera philosophia autem est signum, quo vera teologia significaturper modum in te llig en d i(PER 500). • Hay que atender igualmente, si queremos comprender a fondo su pensamiento, a su experiencia extraordinaria de conversión. Varias veces alude a esta experiencia en sus es­ critos. En El desconsuelo la evoca con palabras emocionadas: “Cuando fu i de edad crecida, sentí la vanidad del mundo, llectusfidei agustiniano al estilo de San Anselmo y Ricardo de San Víctor, pero más o menos incardinado a la corriente franciscana del siglo XIII, estaría más cerca del auténtico pensamiento luliano, tal como aparece en las obras de Lulio, que la interpretación racionalista , según la cual Lulio habría intentado reducir las repre­ sentaciones religiosas (las “autoridades”) al dominio del concepto racional ( “razones necesarias”), lo que equivaldría a reducir el misterio cristiano a las dimensiones del entendimiento natural. Lulio se habría anticipado genialmente al racionalismo carac­ terístico del pensamiento moderno. Pero la verdad es que los paradigmas del racio­ nalismo moderno (hasta su radicalización extrema en Hegel) le son, en gran parte, ajenos, aunque no falten textos que parecen sugerir lo contrario, como el siguiente: "por medio de la cual [Arte general] puede el hombre saber todas las cosas natura­ les, según la comprensión del entendimiento por los sentidos. Sirve para aprender el derecho, la medicina y todas las ciencias, y, asimismo, para aprender la teología, ciencia para m í la más estimada. No hay otro Arte que tanto valga para resolver cuestiones y para destruir errores por la razón natural -a soure quéstions nuylla art tant no val, e a destruir errors per raó natural - ” ( D n. 8, p. 1102-1103). Sin duda, Lulio aprecia extraordinariamente el camino de la razón natural para convertir a los no creyentes en la revelación cristiana. Me parece sensata, por esto, la posición de algunos intérpretes, que integran en la interpretación tradicional algunas aportacio­ nes de la interpretación racionalista (cf. Llinás 50-76). 144 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 135-175, ISSN: 0470-3790

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