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EL DIVINO RAYO DE TINIEBLAS subir una escarpada montaña: falta el aire a medida que se sube y, por ello, las palabras escasean hasta llegar al silencio perfecto. Así lo describe el mismo Dionisio con esta metáfora ascendente: “El hecho es que cuanto más alto volamos, menos palabras nece­ sitamos, porque lo inteligible se presenta cada vez más simplificado. Por tanto, ahora, a medida que nos adentramos en aquella Oscuridad que el entendimiento no puede comprender, llegamos a quedarnos no sólo cortos en palabras. Más aún, en perfecto silencio y sin pensar en nada. En aquellos escritos, el discurso procedía desde lo más alto a lo más bajo. Por aquel sendero descendente aumentaba el caudal de las ideas, que se multiplicaban a cada paso. Mas ahora que escalamos desde el suelo más bajo hasta la cumbre, cuanto más subimos más escasas se hacen las palabras. Al coronar la cima reina un completo silencio. Estamos unidos po r completo al Inefable ” 56. Creo que sobran los comentarios, pues el texto habla con una elocuencia insuperable. El divino rayo de tinieblas simboliza con lucidez la unión amorosa y silenciosa del alma con su fuente, con esa fuente que mana y corre, aunque es de noche. No hay palabras, ni conocimiento, no hay más que silencio y amor. Pues la Causa trascendente no es tiniebla, ni luz, ni error, ni verdad. Nada abso­ lutamente se puede afirmar ni negar de ella. Incluso la negación se queda siempre corta ante la trascendencia de quien es absolutamen­ te simple y uno. Tal vez sólo quepa citar otros dos textos paralelos de Plotino, en los que parece expresarse sin tanto simbolismo, pero de forma espléndida también, esa llegada a la cumbre, donde sólo hay paz y silencio, porque el alma y su amado forman una unidad indisoluble. Así lo describe Plotino: “En ese momento, le es dado ju zga r y conocer perfectamente que “es a Él” a quien desea, y afirmar que no hay nada preferible a Él, pues ah í arriba no es posible el engaño: ¿dónde se hallaría algo más verdadero que la verdad? Lo que el alma por tanto dice, “¡Es Él!”, lo 56 Ib. 1033 B- 1033 C. NAT. GRACIA LVIII Venero-abril, 2011, 105-134, ISSN: 0470-3790 133

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