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PABLO GARCÍA CASTILLO es inefable e inalcanzable para la mente humana. El conocimiento que pretende alcanzar la divina esencia, que está más allá de los límites del entendimiento humano, necesita la luz de la palabra de Dios para atisbar algo de su inaprehensible realidad. Los nombres divinos son precisamente esas luces que alumbran el ascenso de la mente humana hasta lo supraracional. Así lo afirma el mismo Dio­ nisio: “Nadie se atreverá a hablar de la Deidad supraesencial y secreta en términos o ideas que no hayan sido divinamente revelados en las Sagradas Escrituras. Efectivamente, cualquier palabra o concepto resultan inadecuados para expresar lo desconocido de la supraesen- cia, que está muy p o r encima de todo ser. Necesitamos, para esto, un conocimiento supraesencial. Elevemos, pues, nuestra mirada hasta donde alcancemos con ayuda del Rayo luminoso de las palabras de Dios. Así dispuestos, acerquémonos con humilde devoción a los más altos resplandores de lo divino ” 42. El Rayo supraesencial llega generosamente a todos, pero cada uno lo recibe según su capacidad. Y, aquellos que perciben su res­ plandor son atraídos hacia su luz, cumpliéndose con ello el círculo de la procesión y el retorno al modo neoplatónico. Dios es el bien, la luz y la hermosura. Es como el sol, que sin pensarlo ni quererlo, por el mero hecho de ser fuente de luz, ilumina todo lo que puede recibir su resplandor. Y, usando la metáfora platónica, compara al Bien con el sol que da vida y luz a todos los seres. Así lo describe: “La luz procede del Bien y es su imagen. Se alaba al Bien llamán­ dole “Luz”, como se honra al Arquetipo en su imagen. La Bondad p ro ­ pia de Dios, plenamente trascendente, lo invade todo, desde los seres más altos y perfectos hasta los más bajos. Está sobre todo: los más altos no llegan a la divina Bondad ni los más bajos escapan a su domi­ nio. Llumina todas las cosas que pueden recibir su luz, las crea, da vida, mantiene en su ser y perfecciona. De ella todas reciben medida, tiempo, número y orden. Su poder abraza el universo, es causa y fin de todo 42 Los nombres de Dios 1.585 B. 43 Ib. 4.697 B- 697 D. 126 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 105-134, ISSN: 0470-3790

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