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EL DIVINO RAYO DE TINIEBLAS Todo lo creado es figura del Creador, que ha dejado su gracia y hermosura en los montes y collados y ha marcado sus huellas en los caminos como las gacelas y los cervatillos. Ha hecho sonar su voz en la espesura y espera que su esposa se levante y corra tras él, pues ya ha pasado el invierno, han cesado las lluvias y se ha llenado de flores la tierra y las viñas exhalan su fragancia. Como Moisés, que escuchó la voz y ascendió a la montaña, el alma ha de seguir a su guía para gozar de su contemplación, tras la nube. La tiniebla es el símbolo de la última etapa del ascenso del alma: la experiencia mística, la unión del alma con Dios en la cima del monte. Es la última teofanía de Dios ante Moisés, que ha visto arder la zarza y ha seguido la nube que guía a su pueblo. A esta visión sublime dedica san Gregorio las Hom ilías sobre el Cantar d e los Can­ tares , porque este texto sapiencial promete revelarnos los misterios de esa sabiduría escondida de Dios. Es la edad adulta del alma, que espera ver a Dios cara a cara y gozar de su presencia. Pero tiniebla significa ante todo que el verdadero conocimiento de la luz divina es el reconocimiento de su invisibilidad, pues es tal su resplandor infinito que deslumbra los ojos del alma. Así lo explica el niseno: “¿Qué significa la entrada de Moisés en las tinieblas y la visión de Dios que tuvo allí? (Éx 20, 21). Este pasaje parece contradecir la anterior teofanía o manifestación de Dios. Aparecía entonces vestido de luz y ahora de tinieblas. Pensemos, sin embargo, que no existe la menor contradicción en las realidades espirituales que ahora conside­ ramos. La Escritura nos enseña que el conocimiento religioso es luz al principio en quien lo recibe. Oscuridad y piedad son opuestas, pues la luz ahuyenta las tinieblas. Pero cuanto más progresa el espíritu, con aplicación siempre mayor y más perfecta, y a medida que se acerca a la contemplación, ve más claro que realmente la naturaleza divina es invisible ” 34. La tiniebla es ese estado de deslumbramiento en el que el alma comprende que Dios es inefable y que trasciende todo conocimiento sensible e inteligible, todo concepto y todo lenguaje. Es ver con la fe lo que no puede comprender la razón, es trascendencia y ausen- 34 SAN GREGORIO DE NISA, Vida de Moisés II, 162. NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 105-134, ISSN: 0470-3790 121

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