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EL DIVINO RAYO DE TINIEBLAS La esposa, el alma, nació blanca, pura, pero el sol abrasador y la zarza que arde constantemente, la pasión ha quemado su piel, teñida de la oscuridad del pecado. No nació así, pero su naturaleza originaria se ha visto oscurecida, aunque la gracia volverá a llenarla de su belleza semejante a la divina. Pero, para ello, será preciso que se aparte de la tentación y de la pasión del sol abrasador y logre la paz y la quietud necesaria para que pueda brillar sobre ella la verdad que ilumina los ojos del alma con su esplendor. La nube es precisamente esa protección contra el sol que des­ lumbra y abrasa el alma. Es también la que atenúa el excesivo res­ plandor del sol y, oscureciendo los sentidos ante lo material, abre los ojos de la fe a la luz de Dios. Esta sencilla interpretación de la nube que nos aparta de la inconsistencia del mundo sensible aparece ante todo en el Comentario al Eclesiastés , que san Gregorio escribe para los que han superado la infancia del alma y se hallan en la juven­ tud, es decir, la segunda etapa interior. Es el momento del ataque del adversario, de la vanidad de vanidades y de las fuertes pasiones que combaten contra la virtud. La victoria exige una guía que lleve al alma al puerto seguro del sereno dominio de sí misma. Ese guía es Moisés y es también la nube que conduce al pueblo de noche y le protege del sol abrasador durante el día, como interpreta el niseno: “Moisésy la nube, ambos, sirven de guías para quienes avanzan por el camino de la virtud. Moisés representa los mandamientos, y la nube la guía que indica el buen entendimiento de la ley. Quien los siga está ya purificado por haber cruzado el agua; ha hecho morir y separar de sí todo lo impropio, ha probado el agua de Mará, que quiere decir la vida alejada de los placeres mundanos. Agua que al principio parece amarga y desagradable a quienes la prueban, pero dulce a los que acogen el madero. Se ha deleitado en la belleza de las palmeras y lasfuentes .... Sólo éstos entran en la contemplación de la naturaleza trascendente,, 31. El combate contra los enemigos de esta paz del alma es como el paso del Mar Rojo. Es preciso abrir las aguas, esperando de lo alto la ayuda insospechada para abrirse paso por el mar, porque el enemigo 31 SAN GREGORIO DE NISA, Vida de Moisés II, 153- NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 105-134, ISSN: 0470-3790 119

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