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PABLO GARCÍA CASTILLO también el ejercicio de la libertad humana para buscar la virtud y evitar el vicio. Es la exigencia del nacimiento espiritual: elegir recta­ mente el camino que lleva a la meta, que no es otra que la semejanza y amistad con Dios. Y ese camino es un ascenso que nunca acaba, pues la perfección no tiene límite alguno, como no lo alcanzó Moi­ sés al subir la montaña. De ahí que el ascenso del alma sea como el vuelo del águila, por encima de las nubes, hasta hundirse en el cielo de la contemplación espiritual. Anticipando una de las grandes me­ táforas de san Juan de la Cruz, el niseno describe este vuelo sublime con las siguientes palabras: “El alma... una vez que se haya liberado de la ataduras terrenas, se lanza ligera cada vez más a las alturas volando por encima de las cosas terrenas hacia el cielo. De lo alto no baja ningún obstáculo que detenga el impulso ascensional, porque el bien, por naturaleza, atrae a cuantos levantan sus ojos hacia él. El alma se levanta siempre más arriba y vuela cada vez más alto... Sus obras vienen a ser el impulso para volar más alto... Decimos del gran Moisés que, creciendo siempre más, no por eso cesó un momento de subir ni frenó su movimiento hacia lo alto. Una vez que puso su pie en la escalera donde Dios estaba (Gén 28,12), como diceJacob, no cesaba de subir hasta llegar al esca­ lón superior, buscando siempre lo más alto. Cada escalón alcanzado es camino para el siguiente ” 25. Siguiendo las metáforas del B an qu ete platónico y de la odisea del alma de Plotino, san Gregorio ve en la subida de Moisés a la montaña tres escalas, simbolizadas por la zarza ardiente, la nube y las tiniebla. En estos tres símbolos se halla la fuente directa del len­ guaje místico del Pseudo Dionisio y son, a su vez, los tres estados interiores del alma que se acerca a Dios. Tres escalas que el niseno describe así en una de las H om ilías : 1Al gran Moisés comenzó Dios apareciéndosele como una luz (Éx 19,3) • Luego, hablando con Él en la nube. Y cuando Moisés había cre­ cido en perfección, vio a Dios en las tinieblas (Éx 20,21Y 26. 25 Ib. II, 36. 26 SAN GREGORIO DE NISA, Homilías sobre el Cantar de los Cantares XI, 6. 116 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 105-134, ISSN: 0470-3790

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