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ALEJANDRO DE VILLAMOOTE subproducto d e la teoría del p e c a d o original, una conclusión lógica, que parecía del todo deseable dentro de tal teoría, como el único medio de evitar sus terribles consecuencias sobre el destino eterno de estos niños. Los teólogos cristianos no podían soportar que tan elevado número de seres humanos ‘inocentes’, creados por Dios para la vida eterna, fuesen excluidos de ella y condenados a la muerte eterna, sin culpa alguna personal. Tal perspectiva parecía contraria a la voluntad salvadora de Dios y también a la dignidad del hombre, creado a imagen de Dios y con destino de vida eterna. Se creó para ellos la figura del limbo que ya conocemos. Pero eliminada de la teología católica la figura del limbo ¿cuál podrá ser el destino de esta ingente multitud de seres huma nos? En este contexto se espera la respuesta de la CTI, que ocurre en la parte tercera. Pero ya en esta segunda parte, hablando del pecado original y sus mortíferos efectos, presenta una distinción bastante sutil, que es la base doctrinal de la respuesta que la CTI ofrece al tema que nos ocupa. Durante siglos, siempre que se hablaba del pecado original y de sus efectos para los recién llegados a la vida, leían los hechos en esta secuencia: todo niño entra en la vida en pecado original; dentro del tiempo cronológico de que dispone, no tiene medio de salir de esa situación de pecado; muere pues, en la situación de pecado a la que es inherente la condenación eterna. Todo el que nace en pecado original lleva escrito en su alma el decreto divino de exclusión del cielo y condenación al infierno. Al morir en esa situación y bajo esa sentencia divina, el niño queda excluido del cielo y condenado al infierno. Sin embargo, el documento de la CTI al hablar de este fatal efec to del pecado original en estos niños hace esta distinción: “En resu men, la afirm ación según la cu al los niños qu e mueren sin bautismo su fren la privación d e la visión beatífica, b a sido duran te mucho tiempo doctrina común d e la Iglesia, qu e es algo distinto d e la f e d e la Iglesia ” (nn. 40;34-40). La distinción es muy ‘sutil’. La comentaremos en la tercera parte del documento. 74 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 67-102, ISSN: 0470-3790
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