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ALEJANDRO DE VILLAMONTE bo, dudo que sea convincente a nivel de la ciencia teológica. Pero ya dije que me parecía del todo deficiente a nivel de la práctica pastoral. En la teoría que nosotros expusimos sobre la salvación de los niños que mueren sin bautismo, la teoría del limbo no tiene en abso­ luto razón de ser. Es porque a la pregunta por la salvación de estos niños hemos encontrado una respuesta mucho más cumplida y más consoladora. Dios los recibe en su Gracia al nacer, Dios los recibe en su gloria al morir. Esta es la conclusión teológica razonable, a la que hemos lle­ gado partiendo de un concepto de la voluntad salvífica de Dios, no lastrado por la tortuosa, oscura teoría del pecado original. Ella levan­ tó la pregunta y la angustia, la ha mantenido drantel5 siglos. Y ella hace imposible una respuesta aceptable en el contexto del sistema cristiano de creencias. El documento de la CTI también parte del hecho seguro de que los niños nacen en pecado original. Pero también quiere evitar la mencionada “terrible consecuencia”. Y afirma la posibilidad, la esperanza de que tales niños logren la salvación. La índole devo- cional y piadosa de esta propuesta parece innegable. Aplicando una terminología antes utilizada diríamos que la CTI ha obrado aquí bajo el impulso de la razón cordial, de la cardíaca. En forma similar a como hicieron los teólogos de siglos pasados al crear la figura del limbo, pero con diferente resultado. Menos pretencioso que la figura del limbo propuesta en siglos anteriores. Pero menos aceptable para responder a los padres cristianos que preguntan por el destino eter­ no de sus niños. La respuesta de la “ esperanza suplicante/Spes orans ” que ofrece la CTI a la pregunta por la salvación de lo niños, me parece que es menos aceptable que la que ofrecía la teoría de limbo de los niños. Tanto a nivel teológico, como a nivel pastoral. Cierto, la teoría el lim­ bo no tiene base directa en la Escritura. Es una construcción, fruto de la piadosa reflexión de los teólogos sobre el destino de los niños de quienes tratamos. Como dijimos, es dudoso que tenga validez la objeción teoló­ gica que la CTI propone contra la figura del limbo de los niños. Si 100 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 67-102, ISSN: 0470-3790

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