PS_NyG_2011v058n001p0067_0102

ALEJANDRO DE VILLAMONTE razonable esperanza de que así lo haga, de que Dios deje de ejecutar el castigo que, por el pecado original, les tiene impuesto a esos ni­ ños? Como se ve, no se trata tan sólo ni principalmente de que Dios dispense del precepto de recibir el bautismo. Hay algo más profundo en juego: se trata de que Dios dispense de la ley del pecado origi­ nal. Ley que, para sus defensores, es ley fundamental en la actual economía de salvación centrada para ellos en el evento del pecado original, hamartiocéntrica. De modo que, quien no tenga pecado original, no entra en el campo de acción del Salvador (S. Agustín). Afirmada la obvia e indiscutible posibilidad, me parece que la CTI habla de esta posibilidad en forma muy imprecisa, como si ha­ blase de la “potencia absoluta” un poco a estilo de los nominalistas. Quiero decir, parece que no se atiende a la circunstancia concreta, en lo que llamaríamos el campo de operación de este poder extraor­ dinario de Dios. No va actuar Dios sobre la nada, ni sobre un terreno que diríamos neutro o que nos sería desconocido. Va a actuar sobre un terreno hostil, el alma de los están en pecado original. Es decir “bajo la ira indignación de Dios”. Y ello por una ley impuesta por el propio Dios en la actual economía/distribución de la gracia. Por eso, cuando se habla de la posibilidad de que Dios obre de otra manera, hay que pensar que no se trata de poner en actividad la potencia “absoluta, desligada” de contexto, de que hablaban los nominalistas medievales. Se trata de una posibilidad divina verdadera, pero orde­ nada y como contextualizada dentro del ordenamiento legal que el propio Dios ha establecido en la distribución/economía actual de su gracia. De todas formas la pura y simple posibilidad es innegable, pero como en caso de la Virgen habrá que mostrar la convenien­ cia de que Dios obre de esta forma extra-ordinaria. Y en este caso volvemos a lo dicho: habría que demostrar la conveniencia de que Dios actúe con estos niños en forma análoga a cómo actuó en caso de la Virgen. Sin duda, cabe esperar, pedir, desear que Dios suspenda la eje­ cución de este decreto justiciero, como Abrahán pedía que Yahvé no ejecutase el decreto que había fulminado contra Sodoma y Gomorra. Yahvé mismo, porque tiene entrañas de misericordia para con sus criaturas, movido por su infinita ‘filantropía’, detuvo el castigo que 96 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 67-102, ISSN: 0470-3790

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz