PS_NyG_2011v058n001p0067_0102

LA TEOLOGÍA CATÓLICA ABANDONA LA TEORÍA DEL LIMBO Escoto y los inmaculistas hubieron de dar un paso más y demostrar que era “conveniente” que María recibiese esta “singular gracia y pri­ vilegio”. Nace así el célebre axioma: Pudo, convenía. Lo hizo ( potuit. decuit. fecii). ¿En qué se funda esta “conveniencia”? En la singular personalidad teológica de María antes aludida, y en que, al conce­ derle la gracia original, no se perjudica a la excelencia de Redentor (como objetaban los “maculistas”), sino que la sublima (Duns Esco­ to). ¿Podemos aplicar a estos niños análoga argumentación? Parece que no. No se ve cómo podría hablarse de “singular gracia y privile­ gio” concedido a todo el inmenso colectivo de niños de que se trata. Tendremos que contentarnos con la pura, simple, nuda posibilidad de que reciban la gracia original y se salven. Posibilidad abstracta, lejana, ideal, metafísica. A menos que se demuestre la conven iencia de que Dios haga excepción de la ley del pecado original. No ya liberando de él a estos niños, que no es el caso, pues lo contraen; sino perdonándolo sin colaboración humana ninguna, sino haciendo excepción de la ley común, a favor del innumerable colectivo huma­ no formado por tantos millones de niños. Parece que tenemos que conformarnos con la pura, mera, nuda posibilidad. Y no podemos salimos de ella. Podríamos hablar del caso de estos niños, desde otra perspec­ tiva. Estar en pecado original, sino queremos usar un mero símbolo abstracto, un canto rodado del lenguaje religioso cristiano, implica el hecho de que, cada uno de los niños aludidos, entra en la vida (según afirman con gran solemnidad los teólogos de la Iglesia occi­ dental desde hace más de 15 siglos) como “masa de pecado, masa de perdición, masa de condenación (Agustín y su tradición). Y más breve, pero no menos terribles palabras dice el Tridentino, que todo hombre nace “ bajo la ira e indignación d e Dios , bajo la esclavitud d e Satanás (DS 1511). Esto dicho de otra manera, nacen con el decreto de condenación fijado en lo profundo de su alma. Y entonces, ante esta situación muy objetiva y real para todo el que cultiva la teoría del pecado original, surge esta pregunta angus­ tiosa, cargada del máximo dramatismo ¿es posible que Dios deje de ejecutar este decreto de condenación que pesa sobre el niño, que no sólo es un niño “sinbautizar”, sino un grave “pecador”? ¿Hay alguna NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 67-102, ISSN: 0470-3790 95

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz