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LA TEOLOGÍA CATÓLICA ABANDONA LA TEORÍA DEL LIMBO La eliminación de la teología del pecado original es la base de nuestra respuesta positiva a la pregunta por la salvación real de los niños que mueren sin bautismo. Por el contrario, si se mantiene la teoría del pecado original, no se ve posible encontrar una res­ puesta medianamente aceptable al problema de la salvación de los niños muertos. Así lo demuestra la historia de la teología. Y esa es la situación actual del problema, según vamos a ver en las páginas siguientes14. III. POSIBILIDAD DE SALVACIÓN PARA LOS NIÑOS QUE MUEREN SIN BAUTISMO En siglos pasados los teólogos y la gente cristiana estaban mo­ ralmente seguros de que los niños que mueren sin bautismo, por principio y “como norma”, no pueden conseguir la visión beatífica, Hemos citado el texto de K.Barth en que al lexema “pecado original” lo cali­ fica de una proposición internamente contradictoria. P. Ricoeur habla, incluso, de la funesta influencia espiritual de tal teoría: “Nunca podrá exagerarse el daño que infligió a las almas durante losprimeros siglos de la cristiandad, primero, la interpretación literal de la historia de Adán, y luego la confusión de este mito, considerado como episodio histórico, con la especulación, principalmente agustiniana, sobre el pecado original ”, en Finitud y culpabilidad, Madrid, Taurus, 1969, 552. Este tema iniciado por P. Ricoeur señala los graves daños espirituales que la teoría del pecado original ha provocado en la religiosidad del Occidente cristiano, lo he asumido y documentado en la obra Cristianismo sin pecado original, 253-273; 275-290; 291-325. Posteriormente, en otro libro, recientemente aparecido, desarrollo el mismo tema (A. de VILLALMONTE, El pecado y la gracia en la cultura occidental. Visión Franciscana del hombre, Coimbra, Tenacitas, 2011). 14 Sin embargo, eliminada del campo de la ciencia la pretenciosa “Teología de Adán” con todos los parafernalia de antecedentes concomitantes y consiguientes, quedará firme el mito, el símbolo, la figura literaria de Adán. Su valor para vehicular experiencias humanas y religiosas profundas es insustiaiible, según proponen gran­ des mitólogos como M. Eliade y el propio P. Ricoeur. Por eso, mientras haya cristia­ nos en el planeta tierra, habrá hombres que hablen del mito y símbolo de Adán. Pero la pretenciosa “Teología de Adán” resulta anacrónica para un teólogo del siglo XXI. NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 67-102, ISSN: 0470-3790 91

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