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ALEJANDRO DE VILLAMONTE 1) El Adán genesíaco es tratado como un individuo histórico, con una historicidad tan cumplida como la de Alejandro Magno o Pablo de Tarso. 2) Este hombre habría tenido un estatuto teológico cargado de notables privilegios en el plano natural, preternatural, sobre natural. 3) Adán actuaba como cabeza física y natural de toda la especie “hombre”. Y también como cabeza jurídica, moral, sobrena tural de toda la especie “hombre”. 4) Adán cometió el pecado mayor que puede cometer un ser humano (S. Agustín). En él y con el pecaron todos los seres humanos. 5) Como castigo de este enorme pecado Dios desposeyó a Adán y todos sus descendientes de los mencionados privilegios originales. Y, positivamente, les impuso el yugo de todas las miserias corporales y espirituales que se sufren en este valle de lágrimas. Y a final de la vida terrena, la posible condenación eterna; 6) por e pecado de Adán, todos y cada uno de sus descendientes entran en el mundo, “bajo la ira e indignación d e Dios, esclavos d e Satanás, en muerte espi r itu a l’ (DS.1511). Estas ideas ampliadas y comentadas están en la base del tratado de los neoescolásticos, “De p ecc a to orig inali’n. Este inmenso pecado de Adán (el más grande que puede come ter un ser humano, dice Agustín) es el origen de la existencia y del poder operativo de El Pecado, del obstáculo que impide la entrada de la Gracia en el nuevo ser humano. 7 Un ejemplo de esta frondosa “Teología de Adán” puede verse en el manual de teología neoescolástica, muy divulgado en su tiempo, “Sacrae Theolo- giae Summa”, Madrid, BAC, 1955, vol. II, 769-848; 922-1010. Al utilizar estos textos ahora, a comienzos del siglo XXI, lo que más me sorprende es la ingenuidad casi infantil con la que recibíamos estas ideas. Ingenuidad de la que, al parecer, partici paban nuestros profesores. 86 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 67-102, ISSN: 0470-3790
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