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LA TEOLOGÍA CATÓLICA ABANDONA LA TEORÍA DEL LIMBO Dentro de las insondables riquezas del misterio de Cristo, elegi mos a Cristo en cuanto es la revelación sensible, visible, más perfecta y clara del misterio originario, el misterio de la voluntad salvadora del Padre, del que habla san Pablo en E f 1,1-15, p a r ; I Tim 2,4. Allí se habla de una decisión misteriosa, secreta, absolutamente libre y gratuita, tomada por el Padre de dar participación de la vida eterna a todos los hombres, junto con Cristo, unidos a él. Decisión que en la teología posterior se llama la voluntad salvífica universal’ sobre los hombres todos. Estamos, pues referidos a investigar las riquezas del misterio de Cristo, revelador de la voluntad salvadora de Dios. La voluntad salvífica d e Dios. El anuncio de la voluntad salva dora de Dios me parece que podría calificarse como “la sustancia del Evangelio”, del -Eu-aggelion- la Buena y Alegre Noticia por ex celencia (katá exojen). El Padre celestial -antes ya de la creación del mundo- ha tomado la decisión de llamarnos a participar de su vida eterna. Los demás alegres eventos anunciados, son consecuencia de esta primera Buena Nueva. Analizamos más en concreto las propie dades de esta voluntad misteriosa, para pasar luego a precisar y en lo posible, el camino que sigue para hacerse eficiente y operativa en los niños que mueren sin bautismo. La ‘un iv ersalidad ’ d e la voluntad salvífica: Comenzamos por señalar la característica más clara y básica de este proyecto salvador del Padre, tal vez la más frecuentemente aducida: la universalidad perfecta, sin restricciones. Quiere decirse que no hay ser humano, consustancial con Jesús de Nazaret y con nosotros, que no entre den tro de esta decisión del Padre de comunicar su vida divina a los hom bres. No se trata de un universal colectivo, integrado por incontables seres anónimos e indiferenciados. Todos los hombres, contados uno a uno y en su pura individualidad, en su ‘hecceidad’, en su mismidad de tal, puede/ debe decirse que es un 'elegido" por Dios para la vida eterna. Dios llama cada estrella por su nombre, dice la Biblia. Con más razón llama a cada hombre, a cada uno de sus elegidos por su nombre. Aunque, como dice continuamente la doctrina católica, tal elección personal-individual no implica que el elegido vaya a conse guir indefectiblemente la salvación. NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 67-102, ISSN: 0470-3790 81
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