PS_NyG_2011v058n001p0007_0066

LA VIDA PRESENTE Y LA FUTURA por él, en la Evolución espiritual de la Materia, en su complejidad, en su proyectada nobleza. En todas las religiones (que no son más que caminos, no m e­ tas ), el objetivo final del humano es alcanzar la P erfección , llegar al Padre, Causa o Realidad Vacía, Nirvana, Brahman... ¿qué importa el nombre? Y una vez en el Abba propuesto por Jesús, ¿no estaremos a la vez en nuestra esposa, en nuestros hijos y en nuestros padres, glo­ riosos y no viejos y achacosos, si ellos y nosotros nos hemos hecho acreedores al salario? Recordemos la parábola de los Talentos... y al que lo escondió la suerte que corrió. El que falla es por su propia negligencia o dimisión, p o rqu e a s í lo h a decid ido en el p len o uso d e su libertad , y no por condena de nadie. Pensar en condenas, incluso temerlas, es blasfemar. El cuanto al tiempo que nos separa de nuestros seres queridos, recordem os : según la Física, para Dios o lo Espiritual no existe tiem­ po, que sólo afecta a la materia, y “allí” seremos como él, Espíritu. ¡Sí, Sí! Hazte cuenta de que, según me consta fehacientemente, tus abuelos, padres, tu esposa, tus hijos y tus tataranietos, sois contem­ poráneos. Así que no existe el problema. Olvídate del tiempo. Bíblicamente hablando, la gloria es lo más divino de Dios, la forma divina de su ser y de su quehacer. La fama, el honor, la ma­ jestad y la magnificencia -que es el significado de la g\oüa-doxa en el mundo griego- ha sido sustituida por el “ biblicismo ” creado por Jesús que, en cuanto el acontecimiento escatológico perfecto, es la manifestación de la gloria, es decir, del Dios bíblico que quiso hacer­ se visible. Desde entonces, el concepto griego de la gloria-doxa debe pasar por el tamiz de la persona y de la obra de Jesús de Nazaret para poder hablar de la gloria de Dios, de su honor, de su magni­ ficencia y esplendor, de su poder y demás atributos característicos. a. Relación d e Cristo con la Gloria. Ya en el AT la gloria -k a b od es Dios mismo en cuanto que se manifiesta. La peculiaridad del NT consiste en hacer extensible a Cristo la misma gloria que el AT atribuía a Dios. Precisamente por eso, Jesús es el Señor de la gloria: “Hemos visto su g lo ria” (Jn 1,14). “El misterio de la p ied ad (Cristo) ha sido levantado a la gloria ” (ITim 3,16). “Dios resucitó a NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 7-66, ISSN: 0470-3790 63

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz