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LA VIDA PRESENTE Y LA FUTURA generosamente en él. El hombre nuevo vive la ética nacida de la fe, que es la única duradera y estable. Cualquier otra, nacida de estruc- turalismos o convencionalismos humanos, “se adapta” tácitamente a situaciones nuevas, siendo devorado por ellas. El apóstol Pablo lo define diciendo que “el que es de Cristo (el creyente) se ha hecho criatura “nueva”y “lo viejo”ya pasó, se ha hecho todo nuevo” (2Co 5,17). El texto más específico y significativo sobre el particular nos lo ofrece Ef 4,17-24: “Os ruego, pues , y os exhorto en el Señor a que no viváisya como viven los gentiles, en la vanidad de sus pensamientos, obscurecida su razón, ajenos a la vida de Dios por su ignorancia y la ceguera de su corazón. Embrutecidos se entregaron a la lascivia, derramándose ávidamente con todo género de impureza. No es esto lo que vosotros habéis aprendido de Cristo, si es que le habéis oído y habéis sido instruidos en la verdad de Jesús. Dejando, pues, vuestra antigua con­ ducta, despojaos del hombre viejo, viciado por la corrupción del error, renovaos en vuestro espíritu y vestios del hombre nuevo, creado según Dios en justicia y santidad verdaderas ”24. Y nuestra amada tierra, que es una parte minúscula, casi in­ visible, de esa Creación, no se hizo de una vez, se está haciendo constantemente, y es un elemento vivo que sufre transformaciones y crisis, como cualquier otro ser, a lo largo de su existencia. Es­ tas mutaciones se denominan desplazamientos tectónicos, seísmos, erupciones volcánicas... y sus consecuencias son cambios climáticos, huracanes, inundaciones... Esas conmociones suelen ser acompaña­ das por el dolor humano y la muerte, causas ambas de que muchos pongan en tela de juicio la existencia de un pobre dios antropomorfo que, naturalmente, no existe; pero tal actitud, en realidad representa una ignorancia inconcebible en el humano, tan mal preparado en lo Trascendente del espacio y del tiempo. En cuanto a las hambrunas, guerras, epidemias, injusticias etc que soporta gran parte de esta desorientada humanidad doliente, es gran incongruencia relacionarlas con la Divinidad, cuando resulta tan evidente que son consecuencia del mal uso que el humano hace 24 Cf. F. FERNÁNDEZ RAMOS, Pablo de Tarso..., O. c., 176-177. NAT. GRACIA LVÏII 1/enero-abril, 2011, 7 - 66 , ISSN: 0470-3790 45

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