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LA VIDA PRESENTE Y LA FUTURA Nada de amor... ¡es imposible salvar lo que no ha llegado a ser, o sea, “nada”! ¿Por qué Jesús no escribió nada? Porque él creyó mejor para nosotros que, en lugar de facilitarnos un contexto forzosamente limi­ tado por las circunstancias culturales de cada momento histórico, no­ sotros lo “pensáramos” y, sobre todo, lo “viviéramos”, de acuerdo con la inspiración de su Espíritu, asumido por nosotros a través del Amor R ecíproco , que es el Amor conjuntado y pleno. Si aun no habiendo escrito nada el Maestro hemos caído en la herejía doctrinal de sus enseñanzas, ¿qué habría ocurrido si lo hubiese dejado por escrito? Entonces el cristianismo sería doble o triplemente una “religión del libro”. San Pablo lo entendió muy bien y lo dejó consignado por es­ crito: “El cu a l (se refiere a Dios o a Jesucristo) nos h a hecho ministros idón eos d e la nueva A lianza no d e la a lian z a d e la letra, sino d e la d el Espíritu. Porque la letra mata, p e r o el Espíritu vivifica ” (2Co 3,6). i) A sim ila ció n d e lo s c r ey e n t e s a la im a g en d e su H ijo De acuerdo con el plan divino de la salvación, el cristiano tiene que reproducir en sí mismo la imagen de Cristo por una participa­ ción progresiva en su vida resucitada (Rom 8,17; 2Co 3,18; 4,4-6; Flp 3,20-21). En cuanto imagen de Dios él es el fin y la forma a las que deben aspirar los creyentes. Es el ideal, el paradigma, el modelo que deben reproducir en sus vidas ( symmórfous), Debemos adquirir la misma forma de Cristo, su imagen celeste original (= eíkori). En cuanto Hijo es la imagen original ( “Urbild”, como dicen los alemanes) conforme a la cual debemos adquirir la forma de ser del cristiano. Con esta transformación, nuestra filiación alcanza su plenitud. En este caso la “gloria” significa para Pablo “transformación”. Los relicarios que contienen recuerdos o vestigios del Santo o de los santos son válidos en cuanto significativos de la absoluta nece­ sidad de este relicario interno que recuerda al hombre su dignidad, que le sirve del control de sí mismo; que ilumine su ceguera (Jn 9,25) y el misterio oscuro de su existencia; que le acompaña siem- NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 7-66, ISSN: 0470-3790 43

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