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FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS amarse a sí mismo y comienza a amar a los demás, aquel que entien­ de la conducta cristiana como el paso del egoísmo al amor. Jesús predica el amor, sólo el amor. De muchas formas y de mil maneras y es fiel a su predicación hasta la muerte física y moral. Y a los que más amó, y ama, fue a los “castigados” por Yahvé (según lo entendían los devotos contemporáneos de Jesús), a los pecadores que, para los judíos, eran los tullidos, los desgraciados, los menos­ preciados, los pobres, la hez de aquella cerrada sociedad, y abarcó en su inmensa caridad tanto a los hijos de Abrahán como al pagano romano, al samaritano, al geraseno. Por el contrario fustigó siempre a los saduceos, fariseos, escribas y demás afortunados de Yahvé; o sea, a los cumplidores de la Ley, a los buenos, a los que acusó de hipócri­ tas; y a los violentos, a los conspiradores políticos. Nadie había dicho nunca: “amarás al enemigo” y son muy escasos, si es que hay alguno, que lo haya demostrado después de él en la práctica de su conducta. c ) E l amor a J esús com o cond ición para su com prensión Hay que amar mucho a Jesús y “vivirlo”, para comprender lo que es amar al enemigo. No existe otra forma de saberlo, sólo “viviendo” al incomparable Maestro. Esto lo refrendan algunos textos bíblicos, sobre todo de la p rim era ca rta d e Ju a n (4,12.16.20; 5,20-21). Para el cristiano debiera estar claro, a estas alturas que, de los múltiples atributos que puede poseer la Divinidad, sólo conocemos uno: Amor = C rear = Darse. Consecuentemente lo que no es Amor no es Dios, es ídolo. Ni juez, ni guerrero, ni casi ninguno de los atributos que el AT atribuye a Yahvé, son atributos divinos. Naturalmente que los hay y como rúbrica de lo que afirmamos pensemos en los dos grandes atributos que el AT atribuye a Yahvé: je s e d w eem et = amor y verdad o fidelidad o misericordia que, afortunadamente recorren casi todo el AT. El punto esencial de referencia de lo que estamos diciendo lo tenemos en Ex 34, 6-7; Dt 7,9. Entonces, ¿qué pasa con nuestra religión? Pues que hemos here­ dado un dios del judaismo que no es el Abba de Jesús y no acabamos de descolgarnos de él. Como nuestros ancestros, caím os en la tram- 36 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 7-66, ISSN: 0470-3790

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