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FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS Lo que ocurría en el siglo IV a. C. era que Epicuro, lo mismo que hoy gran parte de católicos, medía, y siguen midiendo a Dios, con parámetros humanos. Es lo que pasa con muchos que se han apartado de Dios por esa causa. Pero ante un asunto tan trascenden­ tal conviene recapitular un poco la historia de la humanidad. b ) E l b a re m o h u m a n o a p l i c a d o a l a D iv in id a d Desde sus más remotos orígenes el humano intuyó “lo divino”, que constituye su esencia, recurriendo, como es lógico, a la respec­ tiva cultura en la que vivía. Recordemos someramente el totemismo del Paleolítico (Religión de algunos pueblos primitivos que atribuían una actividad voluntaria a los seres y fenómenos naturales); el Ani­ mismo (que consideraba un determinado animal como emblema de una tribu o familia y al cual, a veces, se le rendía culto), del Neolítico, y situémonos en los albores de las primeras civilizaciones humanas del valle del Indo, de Mesopotamia y Egipto, con una dilatada nómi­ na de dioses y semidioses creados por sus respectivas culturas para cubrir necesidades primarias de protección y, a su vez, generadores de culto y consiguiente casta sacerdotal, en trayectorias y resultados sobradamente conocidos como para volver sobre ellos en este traba­ jo de reflexión. Moisés, fundador del Judaismo, fue heredero natural de tales culturas. No olvidemos que procedía de Egipto, posiblemente en la época del faraón Amenofis IV, más conocido por Akhenaton, primer místico monoteísta que registra la historia humana, que representaba su deidad en el bondadoso y engendrador Atón, nuestro Sol, símbo­ lo perfecto de la energía en la que realmente creía, y al que pronto eliminó el clero destituido de la reforma religiosa y el nacionalismo patriotero, que no soportaba la mansedumbre bondadosa del ilumi­ nado monarca. No faltan pseudo-eruditos que identifican a ambos personajes, a Akhenaton con Moisés. La lista anterior de patriarcas previos a Moisés está cargada de fantasía, simbolismo, política y teología, y carece en gran medida de una aceptación razonablemente creíble. El verdadero origen del Ju- 34 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 7-66, ISSN: 0470-3790

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