PS_NyG_2011v058n001p0007_0066

LA VIDA PRESENTE Y LA FUTURA realidad sigue siendo objeto de realización con miras a la perfección o consumación plena. Esta tensión entre presente y futuro tiene, además, una triple dimensión: la personal , que se inicia en la adhesión al ésjaton en el comienzo de la fe; se realiza en su máxima intensidad en el momen­ to de la muerte y es vivida con los demás creyentes en la comunidad celeste; la universal , que se logra mediante la formación del Cuerpo de Cristo, integrado por la adhesión de todos los creyentes en el es­ tado de la plena glorificación tanto de Cristo como de los cristianos, y la cósmica , con la incorporación enigmática pero cierta de la crea­ ción que habrá logrado el sosiego a sus gemidos, la liberación de la esclavitud de la corrupción para participar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios (Rom 8,19-22). Por tanto, la solidaridad de toda la humanidad con Cristo no se funda solamente en el hecho de que Cristo pertenece a la huma­ nidad y por ello la representa sustitutivamente, sino también en el hecho de que Cristo es cabeza de la humanidad nueva, la cual debe morir a sí misma para vivir de Dios y estar en comunión con Dios. El sacrificio único de Cristo es así el signo eficaz de cada hombre, el sacramento histórico de la salvación donde la intencionalidad o el significado sacramental se identifica con la historia, siendo el mismo acontecimientos histórico, y no el mito, “acontecimiento” de salva­ ción. k) Esta triple dimensión, particularmente la personal , subraya su fundamento en el amor de Dios manifestado en Cristo y que nos ha unido a él con vínculos indisolubles (Rom 8,35-39). El cuarto evangelio expresa la misma certeza refiriéndose a la vida eterna que nadie podrá quitársela a aquellos a los que él se la ha concedido por encargo del Padre (Jn 10,27-30). Esta relación vital, iniciado en nues­ tro discipulado personal de adhesión a Cristo, es como una prolepsis o anticipación cuyo sentido pleno tiene que ser realizado. Jesús, que alcanzó la máxima perfección de vida en la resurrec­ ción hará partícipes de ella a los suyos (. ljn 3,2), en Él y en ellos se da una vida para Dios (Rom 6,10-11). El texto más explícito y signi­ ficativo es el que nos habla de buscar las cosas de arriba puesto que hemos resucitado con Cristo, pensar en ellas “porque habéis muerto NAT. GRACIA LV1II 1/enero-abril, 2011, 7-66, ISSN: 0470-3790 31

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