PS_NyG_2011v058n001p0007_0066

LA VIDA PRESENTE Y LA FUTURA La conservación, deterioro o perfeccionamiento de dichas imá­ genes ha estado condicionada por el esmero puesto por el hombre en su custodia, o por el descuido, que las ha expuesto a la minus- valoración del Artista original, que plasmó su arte en ellas y por el paso de un tiempo poco propicio a todo aquello que no pueda medirse con criterios de rentabilidad y eficacia. El apóstol Pablo nos ofrece, en una exposición singular, las dos imágenes fusionadas en una, contraponiendo en ella la terrenalidady la supraterrenalidad. (Pablo utiliza el término “celestialidad”, pero este vocablo ha adqui­ rido para nosotros un tono un tanto peyorativo). La segunda debe integrarse en la primera. Ésta es el fundamento de aquélla10. 0 Es la cuestión de la condición repentina. El problema está precisamente ahí. ¿Puede desearla un hombre que ha estado toda la vida disperso, atendiendo a todo menos a su yo, y en los últimos días o en los momentos postreros despedirse de todo lo que ha he­ cho a lo largo de su vida y concentrar la atención sobre el yo que se está enfrentando a él? No es posible. Mejor dicho, sí es posible, pero únicamente enfrentándose a una inmensa revolución interior y a un grandísimo sufrimiento. Lo que pretendemos acentuar es que lo indispensable, y lo más natural, es hacer de toda la vida un camino hacia la muerte. Repitamos, una vez más, que el hombre es un ser para la muer­ te. La muerte no es un suceso puntual. El hombre, desde el momento de su gestación, empieza a morir. Somos lo que somos gracias a lo que llevamos enterrado de nosotros mismos y todo aquello que nos ha precedido y nos ha impulsado hacia la evolución humana, intelec­ tual y espiritual. Seríamos unos verdaderos desgraciados si pensára­ mos siempre igual. ¡No habríamos salido del paleolítico! Donde más se acentúa este quehacer humano es en la perspec­ tiva intelectual. Repetir el pasado es quedar anclado en él. No haber enterrado lo que ya murió y llevar la muerte como algo fúnebre a la vista. Ser epígonos o repetidores es anunciar y vender muerte. La persona que vive estudiando o leyendo la literatura que utilizó en el 10 P. ALTHAUS, Eschatologie , O. c., 687. NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 7-66, ISSN: 0470-3790 27

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz