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FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS bautismo; y éste, iluminado por aquél, nos introduce en el miste­ rio de lo desconocido haciéndonos participar en ello (. Rom 6,2ss; 8,11.24 ): la vida cristiana iniciada en el bautismo por la acción del Espíritu y perfeccionada en la existencia cristiana gracias a la misma fu e r z a divina. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, el Espíritu se halla vinculado indisolublemente al bautismo. Hablamos, por tanto, de una iniciación que no sólo nos descubre lo desconocido, sino que nos lo a c e r c a ; crea entre el explorador y lo hallado una simbiosis vital; lo que buscamos se convierte en el En con trado ; el hallazgo genera una relación personal que garantiza la Vida después de la vida; después de la muerte hay Vida, la Vida eterna, así calificada por ser la misma del Eterno, que es inaccesible a la muerte. Hemos entrado en el terreno más amable de la fe, aunque probablemente, sea el menos especulativo: Si después d e la muerte no hay Vida, /Dios no existe! Para san Pablo era evidente: “Si Cristo no resucitó, nuestra p r e ­ d icación c a rece d e fu n d am en to e igualmente vuestra f e ” (ICo 15,14). Y tan evidente, o más, lo era para el cuarto evangelio: “Os aseguro qu e el qu e escu cha mis p a la b r a s y cree en el qu e m e h a enviado, tiene la vida eterna; no será som etido a un ju ic io d e condenación , sino qu e h a p a s a d o d e la muerte a la v id a ” (fn 5,24) La iniciación, en las religiones pre-cristianas, significa que hay una respuesta a la siguiente pregunta: ¿Existen los dioses, o existe el cielo, que es el lugar de los dioses? En las culturas prim itivas , la Iniciación se suele hacer de forma muy estridente e in iciar significa hacerle a uno capaz de llegar a los dioses, pero de forma definitiva, es decir, hacerle a uno capaz de que le suceda lo que les sucede a los demás cuando mueren. ¿Y qué les sucede? ¡Pues que van a los dio­ ses! En el cristianismo , ¿qué supone ser cristiano? ¡Ser hijo de Dios! Y ser hijo de Dios significa: Que ya estás en la dimensión de Dios. Entonces, ¿la muerte? Ya lo hemos dicho: “Queda ab so rb ida p o r la v i c t o r i a la de Cristo, naturalmente, de la que participa el cristiano. Creer en Dios no es otra cosa que creer en la p rop ia inm ortalidad resucitada. 24 NAT. GRACIA LV1II 1/enero-abril, 2011, 7-66, ISSN: 0470-3790

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