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LA VIDA PRESENTE Y LA FUTURA es el paso de un día a otro, del día marcado por el tiempo y el espa­ cio, a l d ía sin fron tera s d e tiempo y espacio. El primer día comprende todos mis días, todo mi camino, largo o corto; mi último día carece de plural. Es el único día. La luz, que servía para separar los días, tendrá otra misión muy distinta: la de unirlos en uno solo. Mi último día es el día de la Luz. Es el día de Dios, que es la luz; es el día que la reflejó personalmente aquel que se presentó, diciendo: “Yo soy la lu z ” (Jn 8,12; 9,5); es el día de cuantos la vivieron como luz derivad#: “ Vosotros sois la luz d el m un d o” (Mt 5,14; ITes 5,5): Es la luz, el lucero sin ocaso, como anuncia el pregón pascual, lucifer qu e nescit occasum , al presentar y escenificar a Cristo como luz nueva. Es la luz que disipa las tinieblas, como espectro de miedo y de muerte, que se atrevieron a hacer su presencia cuando se apagó la vida y la alegría en la tarde del Viernes Santo, hasta que fueron derrotadas por la luz de Dios y de Cristo y de cuantos encienden su lámpara en el cirio pascual. Mi último día se diferenciará de los otros en que, cuando apa­ rezca, ya no se oscurecerá, no se pondrá el sol, las tinieblas se ale­ jarán definitivamente, el reloj no me empujará despiadadamente ha­ cia otro día cargado con similares inquietudes a las que tuve que afrontar en el que acaba, ni el calendario me amenazará con otro día más o menos agitado de su existencia. Me quedaré gozosamente, sin nerviosismos ni apresuramientos, sin stress, en el D ía iniciado, en el Dios d e Dios. Mi último día no sería imaginable siquiera, si no hubiese sido preparado por Dios. Más aún, si Dios no me hubiese concedido la posibilidad de ensayarlo, aunque haya sido mediante acercamientos distantes y defectuosos. Estos diversos ensayos po­ dían ser considerados como preparación o anticipación del mismo, como recorrido del Cam ino que me conduce a él. c) La inseguridad del terreno que pisamos exige una “in icia­ c ió n ”p a r a p o d e r c am in a r con cierta seguridad, au n qu e sea r o d e a ­ dos d e tinieblas... Entendemos aquí por “iniciación” la utilización de un mapa en el que aparezca el mundo de lo desconocido que pretendemos descubrir. Todas las religiones tienen como punto de partida esta iniciación. En el cristianismo nos parece particularmen­ te clara y significativa. La llamamos Espíritu ; se halla vinculado al NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 7-66, ISSN: 0470-3790 23

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