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FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS da a los cristianos desde la lejanía de Cristo en la existencia terrena a la vida plena en él. “Por am ba s p a r tes me sien to coaccionado, porque, p o r un lado, d eseo morir p a ra esta r con Cristo, que e s con mucho lo mejor ” (Flp 1,23)- “A sí estam os siem pre confiados, p e rsu a d id o s d e que mientras m oram os en este cu erpo estam os au sen tes d el Señor, po rqu e cam ina­ m os en f e y no en visión” (2Co 5,6ss). Cierto que esto no lo puede la muerte por sí misma. No sería auténtica liberación de uno mismo, ni el cumplimiento de ser libre para Dios si fuese el fin en la nada. La aniquilación, la extinción del ser no sería la salvación prometida en el evangelio. Esta depende del reverso de la medalla de la muerte, que es la resurrección. Solamente así puede ser el nacimiento de la vida eterna. No existe una oposición entre la muerte considerada a la luz de la ley y a la luz del evangelio, sino que constituyen una unidad en la voluntad y actuación de Dios. En la fe, en el evangelio reconoce el cristiano que el “no” de Dios, tal como el cristiano lo experimenta en la muerte, en realidad coincide con el “sí” de su voluntad salvadora. El juicio de la muerte está al servicio de la creación del hombre nue­ vo. Dicho de otro modo: el “no” de Dios rechaza una vida indigna de permanecer (e impotente absolutamente para hacerlo) y el “sí” abre otra en la que la existencia humana se convierte en la participación en la Vida. La gracia del evangelio devuelve a la muerte el sentido original del creador. Aunque permanece la necesidad de la muerte de la cria­ tura, sigue siendo válido el “La muerte se ha convertido en mi su e ñ o ” (Lutero). Al menos en dos ocasiones, Jesús recurrió al sueño como eufemismo de la muerte (en el caso de su amigo Lázaro y con motivo de la resurrección de la hija de Jairo). Los tres sentidos de la muerte: suceso humano (el hombre des­ tinado a la muerte por su misma naturaleza mortal); considerada a la luz de la ley (es la palabra de Dios al pecador, incapaz de cumplir la ley) y a la luz del evangelio (a la luz de la gracia salvadora del evangelio), no se resuelven estableciendo entre ellos una sucesión cronológica. Mientras estamos en camino, todavía no liberados del 20 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 7-66, ISSN: 0470-3790

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