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FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS en e ste d escan so a fin d e que nad ie caiga en e se mismo ejemplo d e d esob ed ien cia ” (Hb 4,10-11). El punto de referencia para la comprensión del desarrollo enig­ mático que hace la carta a los Hebreos (Hb 3 y 4) es la historia de la liberación de Egipto (= la esclavitud) y la entrada en el descanso (= posesión de la tierra prometida). La dialéctica es la siguiente: Dios hace las promesas; el pueblo es infiel; Dios retira, mediante juramen­ to, la palabra dada: “no entrarán en mi descanso”. Pero como el lugar de descanso, la Casa, estaba preparada, las palabra se dirige ahora a los que se hallan bajo la guía de Jesús (como nuevo Josué; los nombres, Jesús y Josué tienen la misma raíz etimológica y el mismo significado: libertador, salvador, guía, pionero). La Casa construida no puede quedar vacía. El puesto que deja­ ron libre los que no entraron por su infidelidad, debe ser ocupado por aquellos a los que Dios concede un “hoy”: "... si o yereis h oy su voz, no endu rezcá is vu estros co ra z on es com o en la rebelión” (Hb 3,715). “Porque si J o su é les hubiera introducido en el reposo, no hu­ biese, d esp u és d e esto, hablado d e otro d ía ” (Hb 4,8). “Porque en a l­ gú n p a sa je se d ice a propósito d el día séptimo: Y d escan só Dios el día séptimo d e todos su s trabajos. Y d e nuevo en el mismo pa sa je: “Jam á s entrarán en mi d e sc a n so ” (Hb 4.4-5). De las dos afirmaciones precedentes se deduce, una vez más, que el AT quiere decir más de lo que afirma, y consiguientemente que, una vez más, se convierte en promesa. El descanso en el que Josué introdujo a su pueblo, el acontecimiento de la conquista de la tierra prometida, no respondía, o por mejor decir, no agotaba la pa­ labra que Dios les había dado. Fue, más bien, un signo que apuntaba a una realidad más perfecta en la que se cumpliese la promesa de un descanso definitivo. Lo conseguido por Josué fue un anticipo imper­ fecto y provisional, como lo demuestra la realidad belicosa en medio de la que vivió siempre el pueblo. La prueba histórica se halla confir­ mada por la Escritura: “Queda, pu es, que a lgun o s han d e en tra ren el d escan so, y no habiendo en trado los prim eram en te invitados a cau sa d e su incredulidad, d e nuevo señ a la un día, un h o y ”, declarando por David después de tanto tiempo lo que arriba queda dicho: “Si hoy o yereis su voz, no en du rez cá is vuestros c o r a z o n e s” (Hb 4,6-7). 16 NAT. GRACIA LVIII 1/enero-abril, 2011, 7-66, ISSN: 0470-3790

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