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IGNACIO GARCÍA PEÑA convertir la información en conocimiento y sabiduría, en la medida en que esto sea posible. A la tecnología, en conclusión, debemos asignarle el lugar que le corresponde si no queremos que ocurra lo que el rey egipcio predijo, esto es, que el invento termine por generar consecuencias opuestas a las previstas por su creador. Los avances, ya lo hemos di­ cho, son enteramente irrenunciables. No obstante, como a menudo señala el maestro de Platón, aunque la tecnología esté casi siempre a nuestra disposición, el verdadero saber es el que se escribe y se inscribe con letras imborrables en el alma del que aprende. Y así, esa genial obra platónica que es el Fedro concluye con una plegaria: “Oh, Pan querido, y demás dioses de este lugar, concededme ser bello en mi interior Y que cuanto tengo al exterior sea amigo de lo que hay dentro de mí. Ojalá considere rico al sabio, y sea el total de mi dinero lo que nadie sino el hombre moderado puede llevarse consigo o transportar3*1. Nos uniremos a Fedro, el amigo, compañero, y ahora, también, discípulo de Sócrates, pidiendo lo mismo para cada uno de nosotros, pues, como establece el proverbio griego, las cosas de los amigos son comunes. 67 PIATÓN, Fedro, 279b-c. 578 NAT. GRACIA LVII 3/septiembre-diciembre, 2010, 537-578,ISSN: 0470-3790

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