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PLATÓN Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA PALABRA Para los griegos el sabio no es, como hemos dicho, el moderno autodidacta encerrado en la lectura y el aprendizaje, ni tampoco el contemporáneo que encuentra en la red cualquier información que se le pida. Todo eso tiene, a juicio de Platón, mucho más de erudición que de sabiduría, pues ésta sólo se alberga en el alma del que reflexiona y rescata los conocimientos de su interior, que busca descubrirse a sí mismo, sus intrínsecos límites y capacidades. Es cier­ to que la memorización va perdiendo su sentido, pues de la misma forma que la calculadora realiza las raíces cuadradas por nosotros, Google nos ofrece en segundos una información que ningún cere­ bro humano podrá nunca albergar. Sin embargo, estoy intentando atender al empleo de las palabras, conceptos e ideas heredadas de los griegos, pues creo que Internet ofrece información, pero no co­ nocimiento, dado que éste sólo puede ser tal cuando se asienta en el intelecto humano y no en ningún otro soporte, por infinitas que sean sus posibilidades. Por eso, en una sociedad en la que ya no podemos renunciar a las comodidades de una superdesarrollada tecnología, debe existir un espacio para la reivindicación de lo práctico y lo crítico, tal como ocurre en los diálogos platónicos. La mera erudición es inútil si de ella no somos capaces de extraer sus consecuencias e implicaciones prácticas, algo que, obviamente, no nos puede ofrecer la informa­ ción misma sino que ha de ser una tarea de nuestra propia inteli­ gencia. En esto, como decimos, y a pesar de la injustificada fama platónica, que hace del filósofo un pensador ocupado en las cosas suprasensibles olvidando las terrenales, los diálogos tienen mucho que enseñarnos. Decía ya Sócrates que no hay mayor pecado que el creerse sabio sin serlo, pues con ello se impide la adquisición del conocimiento, sólo posible para el que se reconoce ignorante. Y Platón, dando incluso un paso más, nos enseña que la filosofía, mucho más que un conjunto de conocimientos, consiste en recorrer un camino, en un método, en una actitud. En los diálogos compro­ bamos cómo esa búsqueda compartida del saber, aun cuando el gran Sócrates ejerce de guía, puede concluir en aporías que obligan a empezar de nuevo, a dejar la discusión para otro momento. E incluso, en un caso sin precedentes, el propio Platón se erige en el NAT. GRACIA LVII 3/septiembre-diciembre, 2010, 537-578, ISSN: 0470-3790 573

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