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IGNACIO GARCÍA PEÑA hombres, sino de la virtud, las riquezas y todos los otros bienes, tanto losprivados como lospúblicos . Es evidente que tanto Sócrates como Platón estaban convenci­ dos de que el contacto con otra alma es lo más eficaz para la edu­ cación del individuo, que al mismo tiempo ha de ser una búsqueda compartida del conocimiento, pues no se trata de imponer, como lo hace de manera tajante la dogmática escritura o los propios sofistas, sino de hacer surgir el recuerdo de lo que ya se sabe, de rescatarlo de la memoria. Por eso el filósofo ateniense, decidido como estaba a entregar gran parte de su vida a elaborar ese recordatorio que es la escritura, eligió la forma dialogada, ya que suponía la mejor imi­ tación del proceder socrático, al que además rinde tributo, al tiempo que constituye un inmejorable estímulo para el futuro lector, en la medida en que no impone ni establece ninguna conclusión como definitiva, a la manera de los ensayos, sino que presenta diferentes opiniones que se contrastan y refutan para que también ese espec­ tador y oyente que es el propio lector intervenga en el proceso de reflexión y búsqueda del conocimiento. Todos los que estudiamos a Platón usamos habitualmente la expresión «teoría de las Ideas» para referirnos a las concepciones metafísicas del autor y, sin embargo, no hay en los diálogos ninguna exposición que podamos conside­ rar teoría, entendiendo por tal una explicación ordenada en la que se enumere su esencia y características55, ya que son los intérpre­ tes quienes contrastan pasajes de diferentes obras buscando coinci­ dencias y diferencias e intentando generar una doctrina de carácter sistemático que, si bien es verdad que puede resultar útil desde un punto de vista pedagógico, desvirtúa también en cierta medida los propósitos de Platón. 54 PLATÓN, Apología , 30a-b. He citado la traducción de J. Calonge: PLATÓN, Diálogos , I (. Apología, Critón, Eutifrón, Ión, Lisis, Cármides, Hipias Menor, Hipias Mayor, Laques, Protágoras ), O.c. 55 Esto resulta fácilmente comprobable, pues además en cualquier exposi­ ción de la doctrina platónica no hay más remedio que hacer una reconstrucción mediante un recorrido por los múltiples pasajes y diálogos en los que el filósofo hace alusión, de una manera u otra, a sus postulados metafísicos. Véanse, por poner un ejemplo conocido: Ross, D., Teoría de las ideas de Platón, Madrid, Cátedra, 1986. 570 NAT. GRACIA LVII 3/septiembre-diciembre, 2010, 537-578,ISSN: 0470-3790

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