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PLATÓN Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA PALABRA pues, a pesar de la distancia, todavía podemos aprender algo valioso de ellas. En esta primera parte del trabajo, centraremos nuestra aten­ ción en la transición que tuvo lugar entre el mundo homérico y el platónico por lo que se refiere a los medios de transmisión del saber, de la cultura, de aquello que los griegos consideraban digno de ser recordado. Lo difícil del asunto es suprimir durante un cierto tiempo, y en la medida de lo posible, nuestros prejuicios (o al menos ser conscientes de ellos2), aquellos de los que, inevitablemente, nos ser­ vimos, inmersos como estamos en una cultura letrada que encuentra difícil tan sólo imaginar un mundo y una educación que funcione con diferentes medios y que haga de la memoria individual el único sustento del saber colectivo. 2. LA ORALIDAD GRIEGA: VERSOS Y MÁXIMAS En un mundo como el nuestro en el cual la imagen, en toda la amplitud de su sentido, parece ser el único e ineludible punto de referencia, pues los propios textos no son sino imágenes para la vista, el retorno a los griegos sirve para recordar que el lenguaje, y la mayor y mejor parte de la comunicación, es ante todo un fenó­ meno oral. De acuerdo con Walter J. Ong, la escritura es un sistema secundario, pues la oralidad puede existir sin ella, pero no al revés. Se trata, en definitiva, de la distinción entre la palabra expresada en 2 La hermenéutica contemporánea, y Gadamer en particular, ha hecho hin­ capié en la historicidad de todo conocimiento y toda interpretación, rehabilitando así conceptos como tradición, autoridad y prejuicio: “En realidad no es la historia la que nos pertenece, sino que somos nosotros los que pertenecemos a ella. Mucho antes de que nosotros nos comprendamos a nosotros mismos en la reflexión, nos estamos comprendiendo ya de una manera autoevidente en la familia, la sociedad y el estado en que vivimos. La lente de la subjetividad es un espejo deformante. La autorreflexión del individuo no es más que una chispa en la corriente cerrada de la vida histórica. Por eso losprejuicios de un individuo son, mucho más que susjuicios, la realidad histórica de su sef ’ (H. G. GADAMER, Verdad y método , Salamanca, Sígueme, 1988, 344). NAT. GRACIA LVII 3/septiembre-diciembre, 2010, 537-578, ISSN: 0470-3790 539

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