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IGNACIO GARCÍA PEÑA caso que aquí nos va a ocupar es especialmente curioso, ya que, en muchos aspectos, las semejanzas entre el mundo griego y el del siglo XXI son evidentes, dado que la consideración ser humano y su conducta, de las normas y valores éticos era tan importante para él como para nosotros; las cuestiones políticas, a pesar de lo diferente de las democracias de las polis griegas y los Estados modernos, son también ineludibles, tanto ahora como en el pasado. Sin embargo, si hay un elemento que no admite comparación alguna es indiscutible­ mente la tecnología, puesto que los avances en este terreno exceden incluso los límites de la imaginación del común de los mortales, algo que nos lleva frecuentemente al empleo del ilustrado y discutido concepto de progreso ya que, aunque es innegable el desarrollo tecnológico, que en principio no pretende sino mejorar y hacer más cómoda la vida del individuo, no puede entenderse al margen de sus implicaciones éticas. Como filósofo, eso es precisamente lo que a Platón le interesó acerca de la escritura, que hoy, a nosotros, nos parece una rudi­ mentaria tecnología; es decir, las implicaciones éticas y principal­ mente gnoseológicas que conlleva todo cambio importante en la civilización1. Y es que, de manera semejante a lo que nos ha ocur­ rido en los últimos años, Platón fue testigo de transformaciones y revoluciones que no sólo afectaron a quienes entonces vivían, sino que se convirtieron en elementos decisivos de la cultura y la socie­ dad occidentales. Lejos de lo que en ocasiones se ha dicho y escrito, el filósofo no mantuvo ninguna actitud retrógrada, ni tampoco se convirtió en un completo transgresor de la cultura y la mitología antigua. Muy al contrario, nos ofreció una serie de reflexiones que aún hoy resultan más que dignas de ser consideradas y revisadas, 1 Uno de los méritos de Platón consiste en haber sido consciente de los cambios que implica una nueva tecnología de comunicación, no sólo en las con­ diciones de vida, sino también en la transmisión y en el conocimiento mismo. Esta tesis se ha visto confirmada en el siglo XX por filósofos y antropólogos; algunas obras, como las siguientes, son ya de referencia ineludible: J. GOODY, La domes­ ticación del pensamiento salvaje , Madrid, Akal, 1985; M. MCLUHAN, La galaxia Gutenberg: la génesis del “Homo typographicus”, Barcelona, Círculo de Lectores, 1998; E. A. HAVELOCK, Prefacio a Platón , Madrid, Visor, 1994. 538 NAT. GRACIA LVII 3/septiembre-diciembre, 2010, 537-578,ISSN: 0470-3790

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