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APORTACIÓN DE SAN BUENAVENTURA A UNA “FILOSOFÍA MEDIEVAL.. La mente, en su complejidad, a partir de la unidad de conciencia y en su referencia (lo que le hace sustancia como quididad y signi­ ficatici), se propone como principio de acción inmanente a través de lo dado (del datum ), recibido y adquirido. De esta forma, se prepara para un encuentro de “sobrenaturaleza”: tras la elaboración de la intuición primera con la profundidad del dato, la mente es capaz de escapar de la frontera de su círculo mental, para expandirse hacia cotas más allá de la universalidad de lo material, y puede, así, rayar en la “cointuición” del objeto puro de conocimiento. Se trataría de un conocimiento trascendental apoyado en un proceso cognoscitivo capaz, no solo de unlversalizar, sino de co-intuir la realidad noumé- nica que apuntaba el conocimiento de lo dado. La mente, fuera de los límites del mero Yo y la mera razón, pero enraizado en el sujeto y en la operación de una mente compleja que opera la acción desde el conocimiento, puede atender al objeto puro: a Dios. El hombre está preparado a operar por el terreno del donum y profundizar, de esta manera, en la última realidad de lo dado. Un tránsito que sirve de conclusión y que encontramos en el capítulo cuarto, donde continúa en el tránsito de la mente. El n. 1 recuerda las funciones de las facultades u operaciones de la mente (del alma), pero añade un matiz. El conocimiento de los datos no debe oscurecer el ejer­ cicio de la conciencia, la profundidad de lo que supone atrapar la objetividad de lo dado y, por lo tanto, la necesaria autoconsciencia como ejercicio de la acción humana, incluso de conocimiento como ejercicio de intencionalidad. San Buenaventura señala, en este capí­ tulo, fronterizo entre “lo natural” y “lo sobrenatural”, los límites de la actividad de la mente transitando por los terrenos de las ciencias, entendidas como operaciones de universalización y generalización y el reino de los principios. Anticipa, así, el límite que siglos más tarde se realizara a una razón encontrada violentamente frente a sí misma (en su mismisidad racional) y el duro bloque de piedra de los hechos. Aunque la razón bonaventuriana, como hemos visto, se vea liberada de estos límites enfrentados de forma dicotomica, aún así, percata el Seráfico los límites de la razón cognoscitiva -que no de la mente-, entendida como principio de acción humana. Los límites del hombre son ya duros como para que se le sumen los de la razón, es NAT. GRACIA LVII 3/septiembre-diciembre, 2010, 499-534, ISSN: 0470-3790 533

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