PS_NyG_2010v057n003p0499_0534

MANUEL LÁZARO PULIDO abstractivo que caería en la racionalidad subjetiva (sujeto tocado de vanitas , siempre transitando por el mundo). De esta forma, la mente es protagonista -ya en acto- en su facultad previa de la memoria, donde las operaciones de la inteli­ gencia (virtud intelectiva) y la voluntad (virtud volitiva) nos disparan a la generalización epistemológica (entendimiento) y posibilidad de metafísica (voluntad). Ahora bien, esta metafísica no supone una mera generalización formal y conceptual, pues la definición que rea­ liza el entendimiento está fundamentada en las operaciones de la memoria, y, por lo tanto, operando a partir de un material quiditativo y significativo. El entendimiento (n. 3), y aquí san Buenaventura sigue los prin­ cipios de la lógica tradicional, conoce a través de la percepción de los términos verbales, las proposiciones verbales y las ilaciones, o sea, la argumentación (verbal). El entendimiento como percepción de los términos verbales, es principio de definición y generalización posible en el conocimiento del ser “por sí”, un “por sí” posible por la función de la memoria, como hemos visto. Ésta da acceso a la definición de la sustancia particular, sea cual sea su determinación (aquí la referencia a la di­ visión clasificatoria de Porfirio es evidente)32, definida siempre en su entidad ( ens ). Es, en su verdad entitativa, proporcionada por la ca­ pacidad icónica (imagen y semejanza) de su estructura antropológica en el depósito de la memoria, donde el entendimiento conoce en verdad, y puede dotar de sentido, y definir en palabra, lo percibido en su quididad y significado. Algo puede decirse y conocerse como “lo que es” y, por consiguiente, significar. Es en la eternidad de la memoria que el entendimiento puede entender de forma verdade­ ra. Ahora bien, siendo la memoria mudable, iluminando el entendi­ miento, la luz de la que es reflejo no lo es. No dice san Buenaventura que habitemos la luz, sino que la luz que ilumina la mente es eterna, de donde el término de la definición se hace verdad en el Verbo que sustenta la existencia humana: 32 Cf. C. BÉRUBÉ, O. c., 181. 530 NAT. GRACIA LVII 3/septiembre-diciembre, 2010, 499-534, ISSN: 0470-3790

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