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EL CORDERO SOBRE EL MONTE SIÓN (AP 14, 1-5) sarse y ofrece los períodos o tiempos de la historia pasada y anun­ cia el tiempo definitivo que ha de suceder pronto. Estos períodos o tiempos se ponen en boca de una reconocida personalidad del pasado como palabras proféticas. Usa del simbolismo de los núme­ ros, de otros símbolos, de la visiones y, también, de alegorías, es decir, la ficción en virtud de la cual una cosa representa o significa otra diferente, dentro de una concepción determinista de la historia. El género escatologico es de ordinario profètico e intenta des­ cribir los acontecimientos finales y definitivos de la historia. Suele incluir un juicio que decide la suerte de buenos y malos, con acom­ pañamiento de fenómenos cósmicos y la instauración del Reino de Dios. Ambos géneros, tanto el apocalíptico, como el escatologico, se dan cita, en el libro del Apocalipsis y en el pasaje que hemos estudiado. Para comprender la selección del contexto pertinente para la interpretación de nuestro pasaje, hemos realizado un esfuerzo para entender el texto y definir, teniendo siempre presente los diversos significados del mismo texto, sobre todo, lo que es procedimiento, recurso y técnica. Éstos son los instrumentos de los que se sirvió el autor, para componer esta imagen simbólica narrada, mediante una visión celeste, que el mismo autor debe narrar para sus lectores, donde todos nosotros estamos insertados. Nuestras conclusiones surgen del mismo texto que hemos analizado. 1. El misterio de Cristo resucitado manifiesta, de manera diá­ fana y objetiva, su divinidad. Es posible como indican los autores: J. Daniélou, F. Manns, A. Amato, Ch. Duquoc que la expresión de fórmulas por escrito de estas realidades cristológicas, pertenezcan al ámbito del cristianismo primitivo o del judeocristianismo. Lo que constituye un hecho evidente es que el libro del Apocalipsis mues­ tra, en este pasaje, que hemos analizado desde el acercamiento canónico, el hecho central de la cristologia: Cristo, es el Señor Resucitado, creador de la Iglesia y presente en ella a través de los sacramentos. En este caso del bautismo y la confirmación (la marca del nombre de Dios y del Cordero) y, de manera más implícita y remota, la Eucaristía que, a nuestro parecer, se configura en el NAT. GRACIA LVII 3/septiembre-diciembre, 2010, 443-498, ISSN: 0470-3790 495

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