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ANTONIO LLAMAS “Yo, Esdras, vi en el monte Sión una muchedumbre grande que no pude contar, y todos alababan al Señor con cánticos y en medio de ellos había un joven de estatura excelsa, más sobresaliente que todos ellos, y les imponía coronas a todos en sus cabezas y cada vez se levan­ taba más. Yo estaba sobrecogido por el milagro. Entonces interrogué al ángel y le dije: ¿Quiénes son estos señores? Él, respondiendo, me dijo: Éstos son los que han depuesto la túnica mortaly han tomado la inmor­ tal, y han confesado el nombre de Dios: ahora son coronados y reciben las palmas. Y dije al ángel: ¿Y quién es aquel joven que les impone las coronas y les entrega las palmas en las manos? Y me respondió: Éste es el Hijo de Dios a quien confesaron en el mundo. He empezado a engrandecerlos, a los que se mantuvieron firmes con fortaleza por mi nombre. Entonces me dijo el ángel: Ve, anuncia a mi pueblo cuáles y cuántas maravillas del Señor Dios has visto ” ( 4 Esd 2, 42-47). El contexto de este texto del Cuarto libro de Esdras (4 Esd 2, 42-47), y el del libro del Apocalipsis (Ap 14, 7) son semejantes. Estas semejanzas vienen dadas. P rim ero , se describe en ambos textos, el lugar, pero de manera diversa en el pasaje del Cuarto de Esdras que en nuestro libro; segundo , también se nos indica en ambos lugares, el acompañamiento; tercero , se nos dice en ambos pasajes, el ambiente. Somos conscientes que es posible que el autor del Apocalipsis que gustaba de las recreaciones propias, haya realizado una cristologización de la figura descrita en el Cuarto de Esdras46. San Juan no está preocupado por la geografía física. Donde el Cordero está de pie no es en el monte del templo o incluso en el monte Sión celeste (Hb 12, 12), sino que en el Sión espiritual que está en otra parte y en todas partes. Describe el estado de franqueza con Dios y la protección por el que ha sido referido como santua­ rio medido (Ap 11, 1), o la ciudad santa (Ap 11, 2). Éste es el lugar de la verdadera adoración espiritual que no estaba ni en el monte Garizín, ni en Jerusalén Qn 4, 21-24). Comprendido este camino, la necen al libro Cuarto de Esdras de la Vulgata. Cf. A. DÍEZ MACHO - A. PIÑERO, Apócrifos del Antiguo Testamento. Vol. VI. Madrid, Cristiandad, 2009, 511. 520-521. 46 F. CONTRERAS MOLINA, El Señor de la vida.., 297. 462 NAT. GRACIA LVII 3/septiembre-diciembre, 2010, 443-498, ISSN: 0470-3790

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