PS_NyG_2010v057n002p0341_0364

ANTONIO SÁNCHEZ CABACO pusiste el 21 dejunio de 1996 cuando te dije que salía con Julián? ¡Me golpeaste en la cabeza, mamá! ¿De verdad crees que está bien que le expliques a tu propia hija que fuiste a abortar sola, sin la ayuda ni el apoyo de tu marido? ¿No te das cuenta de mi miedo, de mi miedo de niña cuando tras una de vuestras escenitas te marchabas en coche diciendo que te ibas a tirar al río? ¿Cuántas veces has dicho que querías suicidarte? Para mí, como niña, era algo horrible, pues eso significaba que yo no era lo suficien­ temente importante y cariñosa como para darte ganas de vivir. Yo deseaba a toda costa satisfaceros, gustaros, y me “construí”para que pudierais consolaros de vuestro caos cotidiano. Nunca pude mostrar quién era, era la niña modelo, la que sólo quería que la atmósfera de casafuera algo más respirable”. Para evitar posibles interpretaciones de sesgos de género, repro­ ducimos, también, de este mismo libro la carta dirigida al padre, don­ de puede apreciarse el paralelismo de la situación y los planteamien­ tos aludidos de estos modelos (terapia sin perdón ya que perdonar es un acto que no tiene espacio en psicoterapia). La máxima de aban­ donar el silencio y provocar la reactivación mnésica queda reflejada en el relato de esta misma paciente con el padre (Tenenbaum, 2009 , 168 - 169 ) i “Papá, como mi vida cotidiana resultaba demasiado dura e sobrellevar, tomé la decisión de iniciar un trabajo sobre mí. Conforme he ido avanzando, he ido tomando conciencia del maltrato psicoló­ gico que sufrí. Me tocó asistir a crisis de pareja que no eran asunto mío, descubrí un padre que se comportaba como un niño y no como un adulto que asume la situación. La imagen que yo tenía de ti era la de un padre que se refugiaba en el silencio, como un muchacho, y que no tenía la menor conciencia de su papel de padre. No me has prote­ gido de tus chiquilladas, no me hasprotegido tampoco de la histeria de mamá, que era ante todo tu mujer, antes de ser la madre de tus hijos. Ella acudía a soltarme todo sobre vuestra vida de pareja, yo era su rehén, y tú nunca interviniste para decirle que no tenía derecho a hacer eso. Le dejaste plenos poderes, guardándote de intervenir, siem­ pre te quedaste en segundo plano. Sigo teniendo en mi mente imágenes de vuestraspeleas, de su violencia, pues gritabais como locos e incluso os golpeabais. Yo sentía mucho miedo de vosotros...y mucho miedo por 354 NAT. GRACIA LVII 2/mayo-agosto, 2010, 341-364, ISSN: 0470-3790

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz