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FELIPE F. RAMOS La actitud que el hombre tome ante Jesús, en cuanto revelador del Padre, es la realización d el ju icio. La presencia del aconteci­ miento escatológico -la misión del Hijo de Dios- hace que el ju ic io se convierta en una r ea lid ad presente, el hombre es situado ante él y, en su opción personal, se decide su suerte. Esta es la evaluación progresiva. ¿Cómo se une esta evaluación progresiva con mi último día? El evangelio de Juan nos lo presenta así: “Una vez qu e me b ay a ido y os h ay a p r ep a ra d o el lugar, volveré y os llevaré conm igo, p a r a qu e p o d á is estar d on d e voy a estar y o ”. “No os d ejaré hu érfanos; volveré a estar con vosotros... ” “Vosotros seguiréis viéndome, p o rqu e y o vivo y vosotros también viviréis” (fn 14, 3■ 18ss). El problema está en cómo debe ser esta venida. ¿Cuándo y cómo tendrá lugar? Esta venida no tendrá lugar al fin de los tiempos, enten­ didos como el momento último del cosmos, ni en el marco del drama cósmico; se rea liza en la Pascua y en el encuentro con el Resucitado ; se vive en el encuentro y en la confrontación con su palabra interpe­ lante, y en el contacto con el Espíritu Paráclito. La segunda venida del Enviado -que está despidiéndose de sus discípulos cuando pronuncia estas palabras mencionadas- sólo p u ed e ser en tend ida com o la en tra­ d a en la comun ión con los creyentes , con la comunidad nacida desde Él en la tierra. El Redentor vuelve a través de la presencia y de la acción del Espíritu-Paráclito-Ayudador. La segunda ven ida d e Cristo, lap a ru sía , tiene lugar en la Pascua. Esta es la paru sía. ¿Sería un gran consuelo para alguien que llora la muerte de un ser querido -como fue el caso de Marta ante la muerte de su hermano Lázaro- que Jesús le diga: “No te preocupes, tu h erm an o resucitará el último d ía ”? (Jn 11, 24-25), es decir, ¿dentro de cinco mil millones de años? Semejante afirmación a mí me parece, más bien, una tomadura de pelo, insultante y absolu­ tamente fuera de lugar. La peculiaridad de esta segunda venida de Cristo es la que obli­ ga al hombre a una constante confrontación con él. Teniendo esto en cuenta, surge como realidad evidente la evaluación progresiva y 274 NAT. GRACIA LVII 2/mayo-agosto, 2010, 267-338, ISSN: 0470-3790

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