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FELIPE F. RAMOS en el momento último del curso, o jugando cartas sucesivas a lo largo del mismo teniendo en cuenta lo realizado en él: aplicación, interés, comportamiento, actitud activa o pasiva, asimilación de la materia, constancia en el trabajo, seriedad en la asistencia a clase, colabora­ ción con los demás en los trabajos comunes a todos los alumnos. El primer sistema es el del examen final Todo depende de él. El curso se arriesga en los minutos que dura el examen y en la suerte con que aparezcan los temas. Una mala suerte o el hecho de “quedarse en blanco” haría peligrar gravemente el curso. En el segundo, el de la evaluación permanente , el profesor va conociendo, día a día, el aprovechamiento del alumno y lo evalúa de forma progresiva, de tal manera que el momento último no tiene valor decisorio. La asignatura o el curso como tal ya han sido aprobados, con nota alta o baja, a lo largo del curso. Un traspié en el último momento no varía sustancial­ mente la evaluación alcanzada a lo largo del curso académico. b) El riesgo o la serenidad ¿Puede trasladarse esta terminología académica a la evaluación de la vida cristiana? Creemos que sí. Durante mucho tiempo -utilizan­ do el siglo como unidad de medida-, se funcionó con el sistema del único examen final. Es el sistema todavía vigente en muchos ámbitos •del pensamiento cristiano. El examen final -el juicio final- decide el quehacer de todo el curso, que dura la vida entera. Día decisorio, terrible, pavoroso, estremecedor, angustioso: dies irae , dies illa...!De él depende la vida o la muerte, la salud o la desgracia, la dicha o el tormento; la vida, la luz , o la verdad o la muerte, las tinieblas o la mentira. Ahí están como testigos cualificados de esta forma de pensar los rituales funerarios, los homiliarios respectivos, los textos de teo­ logía y los libros de espiritualidad marcados por esta mentalidad, los magníficos y estremecedores “misereres” de los grandes composito­ res de música sacra. ¿No sería demasiado arriesgado jugarse a una sola carta realida­ des tan valiosas y contrapuestas? ¿No sería preferible una evaluación progresiva, gracias a la cual el momento último no fuese más decisivo 272 NAT. GRACIA LVII 2/mayo-agosto, 2010, 267-338, ISSN: 0470-3790

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