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VIDA CRISTIANA Y EXISTENCIA ESCATOLÒGICA b) Los textos aducidos como prueba de la’oposición de Jesús al bautismo como rito externo en ningún caso tienen este sentido (Me 7,17ss, no mancha al hombre lo que le entra de fuera: Me 11,30 , ¿el bautismo de Juan era del cielo o de los hombres? En el primer caso se ridiculizan las normas sobre la pureza ritual. El segundo hace referen­ cia a las disculpas dadas por aquellos que no quieren creer. c) Jesús considera su muerte como un bautismo (Me 10, 38s; Le 12, 50). Y ello no se refiere a lo que posteriormente sería considerado como un bautismo de sangre (el martirio). Esta consideración expre­ sa metafóricamente la consideración de la suerte adversa por la que debe pasar. Aquí acuden ecos constantes del AT: “Un rem olino llam a a otro remolino, eon el rumor d e las cascadas, todas tus on d as y tus olas p a s a n sobre m í” (Sal 42,8). “Sálvame, ¡oh Dios!, p o rqu e am en a ­ z a n y a mi vida las a g u a s ”(Sal 69, 2). “Si atraviesas las aguas, y o seré contigo, y no te sumergirán las o la s ” (Is 43, 2). d) El bautismo de Jesús fue una teofan ía. Lo que da a Jesús su sentido y dimensión únicos es la presencia y acción de Dios en él. El cielo ha roto su silencio, el Espíritu ha vuelto a moverse sobre las aguas, la voz de Dios se ha dejado oír de nuevo. Ha tenido lugar la revelación que la voz del cielo le ha dirigido presentándole como Hijo del Padre. Se ha producido la invasión del Espíritu que penetró sus interioridades más profundas. Ha tenido lugar el descubrimiento, la toma de conciencia o el afloramiento al campo de la misma de su peculiarísima relación con el Padre. Los únicos protagonistas de la escena son el Padre y el Hijo. Lo único interesante es lo que ocurre entre ellos. Lo verdaderamente decisivo es el misterio invisible, hecho visible a Jesús desde la nueva relación descubierta, y que sigue siendo invisible para los demás hombres15. La escena del bautismo de Jesús es la coronación de la acción escatológica de Dios iniciada con el Bautista y llevada a su culmina­ ción con Jesús. (Me 1,4-11 y p a r; 11, 2 7 y p a r; Jn 1,25-33; 3,23ss; 10,40; Hcb 1,5; 111,15; 13,24; 18,25; 19,4). El bautismo de Juan sus­ citó la ardiente esperanza mesiánica, con una influencia decisiva en 15 A. OEPKE, O. c., 536-537. NAT. GRACIA LVII 2/mayo-agosto, 2010, 267-338, ISSN: 0470-3790 303

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