PS_NyG_2010v057n002p0267_0338

FELIPE F. RAMOS rechaza una vida indigna de permanecer y el “sí” abre otra en la que la existencia humana se convierte en la participación en la vida. La presencia de Cristo en nuestro mundo hizo que las cosas últimas, las novísimas o los Novísimos , esperados para el fin de los tiempos, de la humanidad, de la historia, del mundo... cambiasen ra­ dicalmente de perspectiva. Si él es la última intervención de Dios en la historia, el Ésjaton por excelencia, todo lo relativo a las cosas últimas, las ésjata , debe ser visto desde él y se halla condicionado y cuestio­ nado por él. La perfección que esperamos no se logrará mediante la purifi­ cación y eliminación que relativizan las cosas más hermosas que po­ seemos. Eso no basta. La participación en lo divino es fragmentaria. Es preciso que aparezca Dios en la plenitud de su Reino, que se haga realidad nuestra petición diaria: Venga a nosotros su Reino , que se manifieste el señorío divino en toda su plenitud, que llegue el mo­ mento en el que se nos revele como el Señor de la vida, de nuestra vida, de todas las vidas y de todas las cosas. Esto nos acerca a la especificidad particu larísim a y ún ica de la escatología cristiana. Ella excluye toda posible armonización con la escatología utilizada en el AT y desarrollada en el mundo judío-apo­ calíptico, qu e inventaron la existencia d e un tiempo intermedio entre la muerte y elfin a l del mundo. Esta especificidad debe hacerse com­ patible con otra característica que la define como escatología propia de los peregrinantes a la patria, teología viatorum. Este segundo as­ pecto mencionado nos obliga a plantearnos este interrogante: ¿Cómo se relaciona la entrada en la eternidad con la salida del tiempo, con “mi último día”?Este paso no se produce mediante una yuxtaposición. La escatología no tiene como finalidad establecer la sucesión de los últimos momentos hasta llegar al último. Si la esperanza cristiana surge como consecuencia lógica del Señorío gracioso de Dios manifestado en Cristo, que es la máxima gracia, destinada de forma indiscriminada a todos los hombres, esto mismo hay que afirmar de la escatología cristiana. Como también es necesario afirmar el paralelismo entre ambas realidades ya presentes 276 NAT. GRACIA LVII 2/mayoagosto, 2010, 267-338, ISSN: 0470-3790

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz