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ÁNGEL GALINDO movimientos ecologistas, de objeción de conciencia y de pacificación, surgen otros que van extendiendo lo que podemos llamar la “cultura de muerte”, como Juan Pablo II presenta en su encíclica Evangelium Vitae. las propuestas de aborto y de eutanasia, el terrorismo, la quema de montes, el comercio de fetos y de órganos humanos, la legalización de la droga y la venta de armas son algunos de los signos de esta cultura de muerte. Por desgracia, en esta expansión de la cultura de muerte, han tenido una gran participación y responsabilidad algunos gobernantes españoles y el partido político que los defiende. Algunos datos concretos prueban estas afirmaciones: el año 1983, España ocupaba el 12Qlugar como portadora de armas y ma­ terial militar. En 1988 pasó a ocupar el 82 lugar. Y desde el año 1980 hasta 1987 vendió armas a Irak por un valor 28.700 millones de pesetas. Dos años más tarde, se descubrirá la doble moral o, incluso, el comportamiento inmoral de aquellos gobernantes que, al mismo tiempo, enviaban soldados al Irak con el pretexto de hacer la paz. Unos años antes, habíamos comenzado a formar parte de la OTAN. Esto se ha ido agravando hasta nuestros días Pero en política hay que distinguir entre las acciones del gobier­ no, las del partido que le sustenta y las de las fuerzas ocultas que le apoyan. La moral política fomenta esta distinción, pero no ahuyenta la responsabilidad en el apoyo que el partido ha de prestar al gobierno en sus gestiones y en la crítica cuando éste no es fiel a unos princi­ pios éticos establecidos. Por otra parte, el gobierno en democracia se convierte, automáticamente, en autoridad que ha de ser acatada por todos los votantes y ciudadanos, salvo las excepciones propias de la libertad de conciencia. Pero cuando el gobierno no es fiel a sus princi­ pios, la misma sociedad democrática ha de eliminarlo o sustituirlo, si llega el caso, por medios constitucionales. Los implicados de forma directa, como el partido y otras fuerzas fácticas desconocidas, son los más responsables de ese debido cambio. Ahora se vuelve a proponer el aborto. Están empeñados en ex­ tender la cultura de la muerte, a pesar de que una mayoría del pueblo español ama la vida. Pero, unos pocos, por desgracia los poderosos, 246 NAT. GRACIA LVII 2/mayo-agosto, 2010, 203-265, ISSN: 0470-3790

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