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ÁNGEL GALINDO presas constructoras y seguros, etc.) y, en otros casos, se juega den­ tro de la legalidad inmoral favoreciendo la economía subterránea, las chapuzas y la diferencia en el reparto de los bienes comunes (PER, PARO, etc.) En la sociedad posmoderna, es frecuente ver una tendencia a su­ pervalorar la eficacia productivista, el consumo, la utilidad de las co­ sas, un modelo de desarrollo cuantitativo que enfatiza el primado del tener sobre el ser (SRS). Según esta mentalidad, el hombre vale por lo que tiene, por lo que produce y consume y por el nivel cuantitativo de felicidad, más que por la calidad de la felicidad. En esta sociedad, la tecnología y la tecnocracia contienen en sí mismas una fuerza que favorece la primacía del hacer y del producir sobre el ser. La ideología que subyace bajo su tecnicismo empuja a privilegiar el resultado y la posibilidad técnica sobre la valoración éti­ ca. No pocos piensan que “todo lo que tecnológicamente es posible se debe hacer”, considerándolo como norma de la moralidad. Esta cultura postmoderna, marcada por el predominio de la in­ formática y de la telemática, está bajo el signo de los ‘computers’ y cultiva el sueño de reducir todo el saber a poder programar. Progra­ mar también el nacer y el morir de los hombres, es decir, decidir, sobre la base de una programación científica y por tanto racional, qué es digno de vida, quien tiene la capacidad de cambiar los medios de autorrealización y quien, por deficiencia somática o por su aspecto desagradable, debe parar en un límite de la vida. 244 NAT. GRACIA LVII 2/mayo-agosto, 2010, 203-265, ISSN: 0470-3790

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