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JORGE FRANCISCO AGUIRRE SALA argumentación sólo puede aplicarse desde cualidades de los objetos que en sí mismas no impliquen una oquedad, imperfección o limita­ ción. Es decir, esta inducción únicamente transita por la vía positiva. Además, si bien la solidez del argumento se encuentra en su conse­ cuencia, (como también veremos en el Proslogium y en Ockham), estas demostraciones poseen su fuerza en la intuición. La intuición anselmiana está cargada de emotividad; la ejemplaridad divina se in­ tuye desde el corazón que desea las cualidades más grandes y más bondadosas en Dios. La persona de Dios, entonces, fungirá como mo­ delo para cualquier cualidad en el mundo. Dicha ejemplaridad es la clave para comprender el ‘argumento ontologico’. Se cree, efectivamente, que las esencias o naturalezas de las criaturas se hallan en la mente divina. En ella se encuentran como ejemplos que constituyen el pensamiento absoluto. De este modo Anselmo utiliza en el Proslogium la suposición, la consecuencia y la implicación material, (aunque estas operaciones lógico semánticas tardarán tres siglos más en aparecer con tales denominaciones) por ello puede decir: "... cu an d o m e oye d ecir (refiriéndose a l insensa­ to) qu e hay un ser p o r en cim a d el cu a l no se p u e d e im ag inar n ad a mayor, este m ismo insensato com prende lo qu e digo; el p en sam ien to está en su inteligencia, au n qu e no crea qu e existe el objeto d e este p en sam ien to ”18. Es decir, como dicho pensamiento ‘está en la inteli­ gencia de quien lo piensa’, al ser pensado, entonces necesariamente existe. Pero su realidad “pensada” se descubre en un esfuerzo de con­ ciencia, no en el recorrido irreflexivo de una operación lógica irre­ versible y automática. La reflexión sobre el pensamiento no funciona sin el interés espiritual sobre lo que hay que pensar. El argumento de Anselmo exige la reflexión sobre la propia experiencia intelectual: pensar “lo mayor” en sí mismo, lanza al espíritu al “más allá”, pues, por definición, “lo mayor” siempre apunta más allá. No hay confusión de orden lógico y ontologico, porque la mente, al ver su orden lógi­ co, se nota volcada hacia la realidad ontologica que mente y corazón desean. 18 o.c., 366. c. 2 136 NAT. GRACIA LVII 1/enero-abril, 2010, 129-151, ISSN: 0470-3790

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