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IGNACIO GARCÍA PEÑA el ridícu lo? En efecto, es sin du d a cosa d e locos p lan tearse siqu iera sem ejan te cuestión. ¿Quién no qu iere ser dichoso ?’5. Siendo tan evidente la respuesta a las anteriores preguntas, nos encontramos con la dificultad de saber cuáles son o en qué consisten los bienes (o el bien) cuya posesión nos otorgue esa ansiada felicidad. Si se consultan las opiniones habituales encontraremos un catálogo clásico; además, en esta ocasión y sin que sirva de precedente, Só­ crates no pregunta por el bien o la felicidad en abstracto, no busca una definición sino la enumeración de los bienes necesarios para la felicidad. El joven Clinias, con quien conversa, menciona la riqueza, la belleza corporal, la salud y todo lo relacionado con el cuerpo. Si nos detenemos en esta enumeración, encontraremos probablemente un anticipo de las partes o facultades que Platón distinguirá en el alma humana a partir de la República y el Fedro. Los bienes recién citados hacen referencia a lo corporal y la concupiscencia, que generalmente procuran los más intensos deseos al individuo. A continuación, es ne­ cesario acordarse de “la noble ascenden cia, el p o d e r y la estima d e los p rop ios con c iu d a d an o? * , decisivos en la aristocrática tradición (uni­ da a veces a un gobierno democrático) de la Grecia antigua, en la cual la pertenencia a una familia importante solía otorgar acceso directo a los asuntos públicos así como a gozar de notable influencia. Qué de­ cir, por otra parte, de la fama y el reconocimiento público, ansiados ya por los primeros poetas y expuestos de manera paradigmática en el proceder de Aquiles, que prefiere morir joven para que sus hazañas y su nombre perduren. No extraña, así pues, que constituya en muchas ocasiones la aspiración de soldados y generales. Por último, Sócrates no se resiste a preguntar si el ser prudente, justo y valeroso, así como la posesión del saber resultan ser bienes, ante lo cual Clinias ha de responder que tal cosa no necesita con­ testación. En este punto, la enumeración parece bastante comple- 3 PLATÓN, Eutidemo, 278e. Sobre la felicidad como fin último se expresa de manera aún más clara en Banquete , 205a: “ Por laposesión -dijo- de las cosas buenas, en efecto, losfelices son felices, y ya no hay necesidad de añadir la pregunta de por qué quiere serfeliz el que quiere serlo, sino que la respuesta parece que tiene su finn. 4 PLATÓN, Eutidemo , 279b. 106 NAT. GRACIA LVII 1/enero-abril, 2010, 103-128, ISSN: 0470-3790

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