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IGNACIO GARCÍA PEÑA la felicidad, porque cuando está presente todo lo tenemos y, cuando nosfalta, todo lo hacemosporposeerla ”42. En este texto, dos conceptos parecen destacar por su carácter novedoso frente al de filosofías anteriores: la universalidad y la sen cillez. Aunque los filósofos epicúreos se refugiaban bajo las paredes del Jardín y la polis ya no es ese lugar que da sentido al individuo, el protréptico epicúreo parece aún más universal que los anteriores. Sin los precisos términos aristotélicos, la felicidad aparece aquí de nuevo como fin último y supremo del ser humano, aquello en virtud de lo cual hacemos todas las demás cosas. Y filosofar no es otra cosa que meditar acerca de la felicidad, emplear la mencionada cj)póvr|oic;, que en Epicuro parece consistir en un cálculo que sopesa, como una ba lanza43, los dolores y placeres a largo plazo y que, en consecuencia, permite elegir la conducta más apropiada. Pero esta valoración, que además se basa en criterios individuales (pues cada uno está encerra do en sí mismo y puede estimar su pena y su gozo) no está reservada a una élite de futuros gobernantes ni se basa en los, a veces, compli cados razonamientos aristotélicos, sino que está al alcance de todos, en todo momento y lugar. Para la felicidad del individuo ya no es necesaria la sociedad utópica de Platón, ni siquiera la polis que para Aristóteles es requisito indispensable, pues en el retiro todos tenemos la posibilidad de llevar una vida serena y feliz al margen de toda tur bación. Nunca la felicidad y la filosofía estuvieron tan íntimamente unidas, ni puestas tan al alcance del individuo, a quien le basta una sencilla reflexión acerca de lo que le procura placer, de los límites naturales del mismo, así como una conducta conforme a ella, para al canzar el más excelso y estable placer que es la tranquilidad, auténtica salud del alma. En este sentido, y de acuerdo con ese carácter tan típicamente helenístico que parece compartir con el propio Diógenes, hallamos en esta concepción una magnífica muestra de la simplicidad de la vida humana feliz, ese ideal del sabio que con muy poco y en cualquier 42 EPICURO, D. L.,X, 122. 43 Un cálculo enteramente semejante lo encontramos, a pesar de la siempre destacada oposición entre Epicuro y Platón, en Protágoras , 356b-d. 126 NAT. GRACIA LVII 1/enero-abril, 2010, 103-128, ISSN: 0470-3790
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