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IGNACIO GARCÍA PEÑA A propósito del citado diálogo de Platón, Guthrie1 nos advierte de una circunstancia interesante: a pesar de la semejanza de los temas de la conversación del Eutidemo con otras obras de época posterior como Sofista y Político , parece que el vínculo más sólido, no tanto en la temática cuanto en las intenciones del autor, es el que lo une a la Apología. En el diálogo en que Sócrates se defiende ante los jueces, así como en el que discute con Dionisodoro y Eutidemo, Platón siente la necesidad de mostrar a su maestro tal como él creía que era y no como lo veía la sociedad de su tiempo, en parte, debido a los retratos de Aristófanes y algunos otros detractores. Sócrates aparece como el verdadero filósofo, el buscador incansable del conocimiento. A pesar de ello, su imagen pública era la de un sofista más, la de alguien que pretendía confundir y persuadir a sus conciudadanos con herramien­ tas poco lícitas, sirviéndose de ambigüedades y juegos de palabras que el interlocutor no era capaz de detectar. Por eso, si en la Apología Platón quiere dejar muy claro que su maestro, lejos de corromper a la juventud, era el mejor educador y ciudadano al no creer que po­ seía los conocimientos de los que carecía, en el Eutidemo se pretende mostrar la diferencia entre la mera erística, que sólo desea vencer en la disputa verbal, y la dialéctica socrática que busca la verdad y el conocimiento. Como decimos, la imagen socrática a la que estamos habituados por la lectura de los diálogos de Platón no se corresponde con la que tenían del filósofo los propios atenienses del siglo V, que podían verlo continuamente discutiendo y malhumorando a muchos ciudadanos por las calles y palestras. Así, la mayoría no encontraba diferencia alguna con el proceder sofístico ni con esa corriente erística que pare­ cen representar los interlocutores del mencionado diálogo. El mismo Sócrates, en su gusto por las dicotomías y las precisiones verbales al estilo de Pródico, trasmitido en cierto modo a su discípulo, se pre­ senta en ocasiones planteando dos opciones a quien dialoga con él y entre las cuales debe elegir, cuando en realidad se precisaba una ter­ cera alternativa, una matización de las existentes o el esclarecimiento 1 GUTHRIE, W. K. C., Historia de la Filosofía griega , Madrid, Gredos, 1990, IV, 260. 104 NAT. GRACIA LVII 1/enero-abril, 2010, 103-128, ISSN: 0470-3790

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