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PROTRÉPTICOS: LAS EXHORTACIONES A IA FILOSOFÍA.. sobre lo que no puede ser de otra manera, sino sólo sobre lo contin­ gente, razón por la cual la cj)póvT|oi(; no puede ser ciencia, que versa sobre lo universal y necesario. “ Siendo dos las partes racionales del alma, la prudencia será la virtud de una de ellas, de la que forma opiniones, pues tanto la opinión como la prudencia tienen por objeto lo que puede ser de otra manera ”26. Por otra parte, podemos también contemplar la posibilidad de que la mano de Jámblico ocupe un lugar decisivo en esta historia, pues a pesar de la innegable autoría aristotélica de muchos pasajes, tanto por tema como por vocabulario, sabemos que algunos de ellos fueron retocados y reescritos por el propio filósofo neoplatónico, pu- diendo modificar algunos conceptos como el de prudencia. Por último, cabe albergar otra duda al respecto de la interpre­ tación de Jaeger teniendo en cuenta el carácter exotérico del Pro- tréptico, ya que bien podría haber empleado la significación vulgar y habitual del término en lugar de iniciarse en precisiones filosóficas y conceptuales, ajenas a la capacidad de los no iniciados a quienes, a pesar de la dedicatoria al rey chipriota, se dirige la obra. Aunque, más bien, parece seguir el nuevo sentido que Platón ha otorgado al término, pues la mayoría, como se ha dicho, considera que Pericles, y no Pitágoras, es el modelo de hombre prudente27. Pero tal vez, como apunta Guthrie, la cuestión no haya de cen­ trarse en un solo concepto, sino en lo que representa, en la relación entre contemplación y acción, entre teoría y praxis28. Más en concreto, parece tratarse del vínculo entre política y ética, por un lado, y filoso­ fía pura o metafísica, por otro. Probablemente, el postulado más des- tacable del Protréptico sea el siguiente: el conocimiento desinteresado resulta ser la más excelente de las ocupaciones, aquello para lo que estamos mejor dotados por naturaleza y en lo cual radica la excelen­ cia de lo que realmente somos, el alma. Es, por lo tanto, un fin en sí mismo, y debemos ejercitarlo aun cuando de él no se siga ninguna 26 ARISTÓTELES, Ética nicomáquea , 1140b. 27 Es en la Ética nicomáquea (Ib.) donde afirma explícitamente estar de acuerdo con la concepción vulgar. 28 GUTHRIE, W. K. C., Historia de la Filosofía griega , O. c., VI, 90-91. NAT. GRACIA LVII 1/enero-abril, 2010, 103-128, ISSN: 0470-3790 119

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