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IGNACIO GARCÍA PEÑA espíritu del Fedón y la República , centrado ya en discusiones dialé­ cticas y críticas, buscando en cierta medida conciliar lo inteligible y lo sensible, entre los cuales existe una brecha que debe mitigarse y reducirse. Aristóteles debió de estudiar junto a Platón diálogos como Parménides , Sofista , Político y Filebo, en los cuales el término medio, la medida y el momento oportuno, conceptos fundamentales en la ética aristotélica y su concepción de la prudencia y la deliberación, ocupan gran parte de la discusión. Por lo tanto, a pesar de la atmós­ fera platónica que impera en el Protréptico , quizá debamos pensar que la metafísica y la teoría de las Formas no se corresponden con la exposición de los diálogos de madurez, sino de vejez, de su maestro, a los cuales se suma progresivamente el incipiente vocabulario y pen­ samiento exclusivamente aristotélico. Se nos plantean, a continuación, tres interpretaciones bastante plausibles propósito de la relación entre la concepción de la pru­ dencia en el Protréptico y obras posteriores. La primera, de la cual ya hemos comentado algunos detalles, sería la evolutiva de Jaeger, entendiendo que Aristóteles se distancia progresivamente del plato­ nismo de su primera etapa. Habría, en tal caso, un tránsito decisivo desde el Protréptico a la Ética nicomáquea . La (j)póvT|oi<; pasa de ser contemplación, intelección de entes inteligibles, en estrecha relación con conceptos como voik ; o 6TTioTrj|ir|, dentro de un vocabulario dig­ no del propio Platón, a introducirse de lleno en el cambiante ámbito de la praxis humana. Ejemplos de prudencia ya no son Pitágoras y Anaxágoras, sino Pericles; aquéllos pasan a ser modelos de oo(|)ía, que parece ahora disociarse de manera radical del ámbito de la práctica. En buena medida, todo esto se debería al abandono, por parte de Aristóteles, de la creencia en las Ideas platónicas, en aquellas Formas que constituyen la perfección de las virtudes morales y que pueden servir, a pesar de su inmutabilidad y de la fragilidad de los bienes y las acciones humanas, como guía para la correcta conducta tanto in­ dividual como política. El estagirita desharía de este modo la síntesis propuesta por Platón entre teoría y práctica. El hombre prudente pasa a ser aquél capaz de administrarse bien, que delibera sobre lo que es bueno y conveniente para sí mismo, y no un contemplador de la naturaleza ni de realidades suprasensibles. Nadie delibera, en efecto, 118 NAT. GRACIA LVII 1/enero-abril, 2010, 103-128, ISSN: 0470-3790

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