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¿SER CREYENTE HACE FELIZ? de la falta de competencia -y añadiríamos, de la falta de interés u objetivo- del método científico para afirmar o negar el contenido de las afirmaciones trascendentes de la fe cristiana o de cualquier otra fe religiosa. Así pues, será preciso estudiar exclusivamente aquellos da­ tos asequibles y aceptables por cualquier investigador; lo que obliga, precisamente por ello y desde el conocimientos acumulado acerca de la elaboración literaria de los evangelios y su lectura por los creyentes, a tener en cuenta la dimensión psicológica de las vivencias afectivas, las representaciones cognitivas y otros componentes sociales y mo- tivacionales que influyen en el comportamiento de los creyentes y de aquellos que ofrecieron su particular visión de la persona llamada Jesús de Nazaret. De hecho, es conocida la limitación con la que se encuentran los psicólogos a la hora de abordar algún aspecto de la personalidad de Jesús o intentar elaborar sus posibles rasgos. Evidentemente, no existen pruebas diagnósticas ni de perfil psicométrico; y los relatos evangélicos -además de las complicaciones procedentes de la her­ menéutica de textos, en las que no podemos entrar- se centran en describir algunos aspectos que no son precisamente los que mejor favorecen la consecución de los objetivos del estudio que nos ocupa. Es inevitable contar previamente con el trabajo de investigación que la crítica histórica y literaria ha llevado a cabo, pero aún así hemos de reconocer que nos movemos siempre en un campo bastante especu­ lativo en lo que a la atribución de características de personalidad de Jesucristo se refiere, porque tampoco existen testimonios directos de padres, familiares o amigos que puedan aportar un material directa­ mente relacionado con nuestro objetivo de conocer su temperamento y carácter. Debemos aceptar, por tanto, la actualidad de la afirmación que Vergote mantuviera la pasada década acerca de la carencia de un estudio serio de la personalidad de Jesús de Nazaret desde la psico­ logía de la religión, carencia que se acompaña de la escasa atención prestada sobre este tipo de análisis por los teólogos (Vergote, 1990, 1997, 1999). Los testimonios que de él nos llegan le describen como un hom­ bre: NAT. GRACIA LVII 1/enero-abril, 2010, 7-51, ISSN: 0470-3790 11

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