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¿SER CREYENTE HACE FELIZ? tener mejor estado de salud física y mental (Avia y Vázquez, 1998). De hecho, uno de los resultados más consistentes en la literatura cientí­ fica es que aquellas personas que poseen altos niveles de optimismo y esperanza tienden a salir fortalecidos y a encontrar beneficio en situaciones traumáticas y estresantes. La explicación a estas relacio­ nes parece encontrarse por un lado en que el optimismo determina la manera en que las personas hacen frente al estrés y a los problemas en general, y por otro, en que lleva asociado hábitos de vida más sa­ ludables (Peterson, 2000). El optimismo se relaciona directamente con las expectativas de las personas hacia el futuro. Las personas optimistas tienen la expec­ tativa o creen cia estable y g en era liz ad a d e qu e en la vida les ocu ­ rrirán cosas positivas mientras qu e los pesim istas creen qu e la vida les d ep a ra rá cosas negativas. Cuando surgen dificultades, las expec­ tativas fav o ra b le s p rop ias d e los optimistas les llevan a increm en tar los esfuerzos p a r a a lc a n z a r sus objetivos; los pesimistas, en cambio, gu iados p o r sus expectativas desfavorables reducirán tales esfuerzos p o r lo qu e difícilm en te verán cumplidos sus objetivos. Las personas optimistas tienen una predisposición generalizada hacia las expectati­ vas de resultados positivos: esperan qu e las cosas salgan bien aun qu e p a sen p o r momentos difíciles. Los pesimistas, en cambio, suelen espe­ rar invariablem en te resultados negativos (Avia y Vázquez, 1998). 2.2. Emociones positivas Se considera que una emoción es positiva si tiene alguna de las siguientes características: (1) el sentimiento provocado por la emo­ ción es percibido como agradable, (2) el objeto de la emoción se va­ lora como “bueno”, (3) la conducta que la persona realiza mientras experimenta esa emoción es evaluada de forma favorable y (4) las consecuencias de la emoción son beneficiosas (Averill, 1980). Esta clasificación resalta el hecho de que una característica intrínseca de la emoción incluye siempre un juicio o valoración subjetiva por parte de quien la vive (Avia y Vázquez, 1998). Esto implica que la mayoría de los investigadores están de acuerdo en afirmar que existen dos formas generales de emociones: positivas y negativas. Las primeras NAT. GRACIA LVII 1/enero-abril, 2010, 7-51, ISSN: 0470-3790 25

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